Utilizando agua salada —el material emblemático de Bianca Bondi—, la artista cristaliza una serie de estanques con monedas de cobre, flores y conchas sumergidas, de cuyas silenciosas mutaciones salinas es testigo la frondosa vegetación circundante. Sin embargo, este crujiente silencio resulta engañoso ya que entre los objetos están teniendo lugar una serie de interacciones materiales que no por ser imperceptibles a simple vista resultan menos intensas. Estas relaciones invisibles, y al mismo tiempo transformadoras, entre los seres humanos, los componentes químicos y las plantas son claves en la obra de Bianca Bondi. Las llamativas composiciones florales creadas por el florista francés Guillaume Lanier cambian de color y flexibilidad a manos de las sustancias químicas, moviéndose entre lo natural y lo artificial, entre lo vivo y lo inanimado; una vegetación colgante protegida del paso del tiempo por su resiliencia molecular.
El tiempo, sin embargo, no es lineal. Pasado y futuro coexisten en la misma sala; solo hay que aprender a mirar atentamente para verlo. La onírica instalación Scrying in Astral Ponds es un instrumento al servicio de este aprendizaje. Se inspira en la práctica oculta del scrying, un arte antiguo de adivinación que se sirve de superficies reflectantes o iluminadas para captar atisbos visuales del pasado, el presente o el futuro. Estas superficies son los estanques de agua salada de la instalación: portales para acceder a una reflexión sobre los posibles escenarios que se nos presentarán despendiendo de nuestra relación con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. ¿Optaremos por curar? ¿Por la resiliencia? ¿Por la indiferencia? ¿Por la destrucción?
Bianca Bondi (Johannesburgo, Sudáfrica, 1986) vive y trabaja en París. Su obra, de carácter multidisciplinario, activa o eleva objetos triviales a través de uso de reacciones químicas, en la mayoría de los casos con agua marina. Los materiales con los que trabaja están elegidos por su potencial de mutación o sus propiedades
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