Estructurado en tres actos, este montaje fue el sexto de sus principales libretos para teatro y televisión, aunque se convirtió en el primer éxito comercial de Pinter, Premio Nobel de Literatura en 2005. Estrenado en 1960 en el Arts Theatre Club del West End de Londres (Reino Unido), su popularidad hizo que tres años después fuese llevado al cine, siendo dirigido por Clive Donner y protagonizado por Alan Bates, Donald Pleasence y Robert Shaw.
En esta ocasión, la función está interpretada por Joaquín Climent, Álex Barahona y Juan Díaz, quienes narran cómo Aston invita a Davies, un vagabundo, a su apartamento tras rescatarlo de una pelea en un bar. Pronto Davies muestra su verdadero carácter, revelándose como una persona oportunista, racista y egoísta. Mick, el hermano menor de Aston y propietario de la casa, se queja por la presencia de Davies y para zanjar el asunto le propone ser el portero de la finca. Sin embargo, no tarda mucho en arrepentirse, cuando Davies trata de convencerle para conspirar contra Aston.
El título hace referencia de una manera ambigua tanto a la posibilidad de cuidar a otra persona como a la de cuidar un piso. Los tres personajes de la obra intentarán cuidarse y cuidar la propiedad de una manera que vista desde fuera parece un desastre propio de una comedia clásica en blanco y negro dentro de una película de intriga y suspense. Una de las preguntas que plantea la obra es el papel de la confianza en el otro: ¿En quién se puede confiar? ¿Se puede vivir sin confiar en el otro, en la vida. etc.? Plantea también la paradoja de la dificultad de la comunicación. Hasta qué punto intentar conectar con el otro implica esfuerzo, no siempre recompensado.
Los diálogos sostienen la sensación latente de que algo raro está pasando y que paradójicamente se necesitan entre ellos. Usan un lenguaje simple, para nada inocente, cargado de una sutil densidad; y son los tonos los encargados de aliviar el clima enrarecido por las circunstancias y las palabras los que provocan la risa y la distensión ante los tragos amargos. En los encuentros que se suceden en ese entorno que oprime, absolutamente todos los elementos de la escena construyen el relieve de la trama (identidades, cuerpos, palabras, actitudes, acciones y objetos entre otros) y pueden adquirir diferentes sentidos o fragmentarse e interpelarse en el tiempo a partir de la mirada del espectador y el trabajo en escena de cada uno de los actores.
Una adaptación que recrea los hechos en cualquier ciudad de hoy de nuestro país, una puesta en escena llena de juego y trabajo actoral, llena de humor, sorpresas y muchos objetos. Un teatro para disfrutar.