Por Jaume Amills
Fotografía Raciel del Amo
Criado en la orilla del Guadalquivir, este cordobés recuerda su infancia de forma entusiasta. Soñador, imaginativo e inconformista, Fernando se define a sí mismo como una persona perseverante, sociable y comprometida con el tiempo que le ha tocado vivir. Seduce su mirada aquel celeste y atrapa su naturalidad y espontaneidad, nunca impostadas.
Estudiante del Colegio Alemán de Madrid hasta bachiller, cursó posteriormente la carrera de Arquitectura por la Universidad Politécnica de Valencia. Fue entonces cuando dio un giro de 360º a su rumbo profesional y comenzó con la interpretación en el estudio de Juan Codina. Esta arriesgada apuesta, le llevó por los intrincados caminos de la vida del joven actor. En plena promoción de la nueva temporada de la serie Luis Miguel -por la que fue nominado a Mejor Interpretación Masculina en los Premios del Cine Andaluz ASECAN–, en la carrera de Guallar destacan sus papeles en Patria, de HBO; o Velvet Colección.
Ha protagonizado, además, la película de Nacho Álvarez “Explota, explota”. “Con Gente que viene y bah”, de Patricia Font, dio el salto al cine; y ha trabajado en cortometrajes como “Postales” –que le valió el galardón al mejor actor internacional en el Flagler Film Festival de Florida y la nominación al mejor actor en el Festival de Piélagos–, de Inés Pintor y Pablo Santidrián. Ahora mismo se encuentra trabajando en su última película “El juego de las llaves” que, según nos cuenta, le ha supuesto una experimentación personal y profesional muy fuerte.
A pesar del ritmo frenético de trabajo, Fernando Guallar nos confiesa que, por primera vez en mucho tiempo, se está dedicando tiempo a sí mismo y se siente orgulloso de no haber seguido en un bucle de inercia. Gracias a la pandemia mundial sufrida, ha sabido parar y reflexionar acerca de sí mismo: “En estos meses, mi proyecto soy yo”. Su viaje soñado pasa por estar completamente incomunicado, ni wifi, ni datos móviles. Sólo Asia y él para redescubrirse juntos.
entrevista a fernando guallar.
- Decía Michel Angelo Antonioni, “para mí hacer una película es vivir”. ¿Es para ti vivir, el ejercicio de interpretar?
Si, desde luego; y no sólo por el entusiasmo que supone hacer un trabajo que te apasiona y que te obliga a mantenerte excitado intelectualmente, aprendiendo tanto de tantos personajes, perfiles humanos y pasajes de la historia. Para mí interpretar es vivir, porque en esta profesión es casi imposible separar la vida personal de la profesional. Uno ya ni se lo plantea. Desde el principio sabes que va a ser una forma de vida.
- ¿Cuál fue, si la hubo, esa imagen, plano, escena o fotograma que te enamoró y que te hizo querer ser actor?
Pues es Óscar Jaenada montado en un columpio en la película Noviembre. Hace mucho tiempo que la ví, pero con el tiempo, revisiónandola, fue cuando supe que la vida me acababa de emitir un mensaje. Entendí que quería expresarme a través de este medio: la interpretación. Interpretar lo hace todo mucho más sensorial. Es difícil de explicar; es más una sensación que un sentimiento.
- Si hacemos un viaje en el tiempo y regresamos al Fernando Guallar inaugural, el joven que soñaba con ser actor, ¿qué personaje soñó con interpretar?
A mí siempre me ha gustado mucho el mundo fantástico, desde pequeñito. Es un género que aún hoy me abstrae. Además leía mucho, era una forma de evasión y de viajar, más allá de lo geográfico o convencional. Agradezco mucho a mi madre sus enseñanzas sobre literatura y que me transmitiera su pasión por la lectura. En esta etapa he rescatado esa pasión por esos mundos fantásticos, que como ayer me evaden y me adentran en una especie de película interior en la que exploro mis posibilidades. Me lo paso bomba. Creo que por ahí viene lo de que quisiera ser actor desde muy chiquitín. El primer personaje que hice fue Papageno en La Flauta Mágica.
- Me recuerdas mucho a Alain Delon. Un seductor y galán, de mirada perturbadora y con cierta actitud canalla. De uno a diez, ¿cuánto le molestan las comparaciones, clichés y estereotipos en torno al componente externo de un actor?
Debo decirte que es todo un referente para mi. Yo creo que al final es un poco lo que lo que la gente ve en ti. Uno tiene que convivir con ello. A veces te sorprende -ni positiva ni negativamente-, la forma en cómo el público te percibe o genera esas comparaciones. Al final hay que asumir que los actores -diría incluso que los artistas en general, y más allá- somos en cierta forma productos y que tiene bastante lógica, que nos comparen con otros. Que nos vean como reediciones o guiños a otros productos clásicos. Todo eso está dentro del marketing y de la promoción; de las campañas favorables o no.
- Las técnicas de interpretación son a menudo un ejercicio de autocontrol para la gestión de las emociones propias. ¿Dirías que ser actor te ayudó a planificar y supervisar mejor esa gestión emocional?
Indudablemente. Porque en el momento en el que decidí acabar la carrera de arquitectura y empezar con la interpretación, me di cuenta de que disponía de algunas herramientas, sobre todo para conocerme mejor y para saber identificar cosas que me estaban pasando y que, por la inercia del día a día, no observaba. Al final este oficio, es eso, un conocimiento de las emociones, también de saber cómo va a reaccionar no uno mismo, sino el personaje. Para eso tienes que aproximarte lo máximo posible a esa piel y a sus vivencias.
- ¿En qué te ha cambiado ser actor? ¿ Qué le cede Fernando Guallar a sus personajes?
Yo creo que todos los actores y actrices nutrimos a nuestros personajes de algo nuestro. Un mismo personaje adquirirá un tono y un carácter distinto dependiendo del actor que lo interprete. Esa es una variable importante. Hay algo fundamental de nosotros mismos que le vamos a ceder a ese personaje. Yo también creo que a mí el actor me ha enseñado a ser un poco más feliz, a estar muchísimo más poroso, a vivir más intensamente, incluso a relacionarme mejor desde una posición mucho más real y verosímil.
- ¿Qué repetirías y qué harías de forma diferente?
Pues mira, aunque yo hace quince años habría dicho lo contrario, yo creo que fue muy muy muy muy positivo acabar la carrera de arquitectura para empezar esto, porque aunque yo quería haber empezado antes, la carrera de arquitectura me dio ciertos valores de sacrificio, de responsabilidad, de esfuerzo y trabajo. Entonces los tiempos creo que han sido buenos y aunque en su día me hubiera gustado hacerlo de otra manera, ahora no los cambiaría. ¿Y qué habría hecho diferente? Pues nada, la verdad, creo que vamos por el buen camino, creo que sobre todo estoy siendo honesto con la carrera que quiero tener, sabiendo que no está en tu mano muchas de las cosas. Tengo un equipo que me entiende, que me lee y que saben las necesidades que tengo también como actor.
- ¿Crees en el talento natural? Es decir, el don de esta profesión.
Entiendo que hay algo, que hay gente que tiene ese poder, que atrae a los demás como personas y como actores. Yo veo actores con los que voy a trabajar y pienso: es impresionante lo que esta persona hace. Eso es tener un talento especial. Por ejemplo, miraba a mi compañera Miren Ibarguren, y decía tienes un talento brutal para la comedia, atrapas. Es una actriz de los pies a la cabeza y ojalá la empiecen a llamar para un montón de cosas de drama también. Tiene el poder hacer reír; supongo que hay una parte de trabajo de construcción del personaje y de intuición de ver qué funciona. Pero sí creo que hay también una parte de talento natural.
- ¿En qué se parece la vida a un escenario?
Supongo que hay que ser valiente, hay que ser muy valiente para ponerse delante de un escenario. Hay que ser generoso y valiente, porque además estás sometido a un juicio. Hay algo ahí de vulnerabilidad, hay inseguridad y exposición, pero también es muy excitante, muy estimulante.
- Entonces vamos a sumergirnos un poquito en algunas de las cosas que has hecho, como por ejemplo, cuando aceptaste tu papel en la patria. ¿Eras consciente de la polémica que podía generar la historia? Todos los sentimientos, todo los que podía disparar tanto a un lado como al otro… ¿Cómo viviste todo ese proceso?
Era un personaje muy pequeñito. Yo me había leído la novela, y en la novela tenía más peso y más arco. Con la serie final era un compromiso muy pequeñito, por lo tanto no le di tantas vueltas. Pero es verdad que creo que las heridas se pueden cerrar dialogando y entendiendo a los demás. Entonces a mí me parece la novela un ejercicio brutal de la serie, porque creo que está muy bien realizada para sentarse a escuchar al de enfrente y ver qué le pasa y cómo se siente. Muchas veces hay ciertos tabús sociales que no te permiten avanzar y es una pena. Entonces yo nunca pensé que fuera a haber polémica en la serie. Y creo que si hay polémica, es porque hay prejuicio. Pero si te paras un momento a ver la historia de esas dos mujeres, creo que es fácil entender y conseguir empatizar. La ficción sirve para acercarnos a la realidad. A muchas realidades.
- Hablando de prejuicios; ¿Cómo vives el componente politizado, de compromiso que muchos de tus compañeros y compañeras de profesión tienen? ¿Y qué te corre por el cuerpo cuando desde algunos sectores se les desacredita para hablar de política y se les niega o cuestiona ese compromiso?
La reacción por parte de algunos medios de comunicación y algunos sectores de la política, siempre ha sido de ira hacia los actores. Recordemos a Esperanza Aguirre cuando se refería a nosotros como “mamandurrias”. Es algo imposible de evitar y por eso creo que el mundo de la interpretación está tan vinculado a una esfera más progresista. Ten en cuenta que tu ejercicio, tu oficio, es básicamente conectar con personajes que a lo mejor no tienen nada que ver contigo. Se trata de parar y escuchar. Es un ejercicio de empatía ponerte en la piel de otro. Es cuestión de humanidad. Y claro, esta profesión dispone de un altavoz, pero también estamos más expuestos a la crítica
- ¿Reto o aprendizaje?
El reto es brutal. Pero bueno, cuando empecé a trabajar fue haciendo mi primer protagonista en cine y fue tirarse a la piscina sin pensarlo. Una película musical. Mi segunda película sí fue un reto. Lo que pasa es que fue muy divertido. Tuvimos un elenco, un equipo artístico brutal. No fue una película fácil de rodar, pero todos estábamos súper a favor y la verdad que lo disfruté y agradecí mucho que se arriesgara en hacer una película.
- ¿Qué personajes te gustaría interpretar y qué personaje no interpretarías jamás?
Me encantaría hacer Macbeth. Siempre me ha encantado. En Macbeth y sobre todo la relación con Lady Macbeth es una cosa que me encantaría poder hacer en algún momento de mi vida, pero creo que tengo que madurar un poquito más. Y luego otro personaje que no tiene absolutamente nada que ver, que es un poco más fiel a lo que te contaba del mundo fantástico. Es un personaje de Batman, ni más ni menos, que Edward Nygma. Es uno de los villanos de toda la vida y no sé porque tengo fijación con ese personaje. Me muevo entre escenarios muy diferentes. Es un personaje súper desagradable, pero sí que me gustaría interpretarlo.
- ¿Hacia dónde se dirige Fernando Guallar?
Pues sin prisa pero sin pausa. Hacia el descubrir. Seguir descubriéndome también y sobre todo, siendo muy fiel a la carrera que pretendo tener y sabiendo decir que no, sabiendo tener paciencia e intentando que todos los proyectos me nutran muchísimo.
Jaume Amills.