Fina Miralles concibe la práctica artística como potencial imaginativo, como una práctica crítica que no se desenvuelve únicamente en el plano de la articulación mental o conceptual, sino en el lugar de las cosas, de los gestos y de los afectos. Las acciones y propuestas a los que nos confronta, no se presentan desde una posición antagónica que sustenta al artista versus espectador, sino desde una convicción del arte estrechamente ligado a la vida. “Ser artista no es una vocación, ni una devoción, ni una profesión; no lo sabes, pero todo te empuja y te lleva a ser quién eres”, nos dice.
Las operaciones artísticas de Fina Miralles se basan a menudo en translaciones, en establecer relaciones aparentemente ilógicas entre elementos que conviven en la naturaleza pero que no asociamos culturalmente. De ese modo, un simple gesto de trasposición de dichos elementos naturales se nos antojaría, más allá del atrevimiento, insostenible porqué rompe el orden artificial de las cosas. La dualidad natural/artificial, adquiere un sentido más amplio y paradójico, puesto que la práctica de Fina rompe el orden de las cosas que la sociedad impone, una sociedad capitalista, dictatorial y férreamente católica en sus años de juventud, de la que se aleja ideológica y materialmente. Sin embargo, Fina va mucho más allá de su mero cuestionamiento. El gesto de trasladar la hierba al mar o la arena al campo es simple pero rotundo. Ese gesto no entraña únicamente una carga crítica y claramente política, sino que genera otro imaginario posible.
Fina Miralles no acepta las exigencias de la sociedad ni del arte. Sus trabajos contravienen los roles establecidos y aceptados por un sistema que exige doblegarse a sus condiciones de existencia y sostenibilidad, eludiendo cualquier signo de disensión o fisura. El gesto no deja lugar a vacilaciones, no hay pretensión de duda, hay claramente un orden otro. Nos relata a través de un ensayo fotográfico cuáles son las acciones cotidianas que realiza, estableciendo en lo cotidiano una operación de índole política, en la que los modos de hacer exhiben su potencial transformador y emancipatorio. Se lava, come, mira, respira, toca, bebe, fuma, … pero su relato no confirma un mero decálogo del ejercicio de determinadas actividades, sino un desplazamiento hacia otras formas de operar, hacia una construcción radical distinta del conocimiento, de nuestros modos de pensar y de vivir.
La mujer árbol o la mujer agua es ya en sí un orden otro, en el que se sitúa ella misma como artista y como ser humano, pero que igualmente nos posiciona inevitablemente a nosotros. No sólo nos interpela, nos reubica no ya como meros espectadores, sino como parte de esas operaciones de translación que impregnan su obra. Translaciones de la naturaleza, translaciones de nuestra vida cotidiana y, por ende, la sociedad. Translaciones de los géneros de la pintura, de los órdenes del arte, de los lenguajes. Nos hace reconocernos en sus acciones. Cada gesto, cada obra, genera interrupciones del saber y reformula la mirada: frente al mundo, otros modos de hacer, de existir y de crear.
El trabajo de Fina Miralles suscita formas diferentes de generar sentido y existencia, de concebir el arte. Constituye un proceso de transformación existencial y artística, que crea un imaginario poético-político de una enorme belleza y rotundidad. Sin condescendencia, trasciende radicalmente lo que la sociedad consolida. Sus gestos alteran y desvían hacia otros imaginarios que surgen a partir de pequeñas dislocaciones. Sin ruido, pero sonoramente.
En Fina Miralles. La mujer árbol, la mujer agua, Fina Miralles se muestra en su complejidad y diversidad, en todas esas que ha sido como persona y como artista – la misma cosa – y que la constituyen como ser. Y que desatan las interpelaciones a las que nos somete, a las que quiere que nos sometamos nosotros. La operación de ser más de uno nosotros mismos, como mecanismo de consolidación de imaginarios otros que nos permiten definirnos en parámetros de otros ordenes posibles.
Foto: Fina Miralles
Imágenes del zoo; 1974/2020
© FINA MIRALLES. Colección MACBA. Consorcio MACBA. Donación de la artista