Recientemente la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que es una fundación pública dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, ha publicado la segunda edición del “Libro Blanco de la Interrelación entre Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad en España”, en el que se recogen exhaustivamente las actividades realizadas en este ámbito en España, así como algunos ejemplos de otros países.
Por Javier Díaz Nido, Catedrático en Bioquímica y Biología Molecular, en la Universidad Autónoma de Madrid e Investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa
Pensando sobre la relación del arte con la ciencia y la tecnología, uno de los primeros nombres que nos viene a la cabeza es el de Leonardo da Vinci, el extraordinario y polifacético genio del Renacimiento. Leonardo da Vinci es sobre todo conocido por su labor artística. De hecho, una de sus obras, “La Gioconda” sigue siendo la pintura más visitada en el Museo del Louvre en Paris, y se ha convertido en un icono del arte de todos los tiempos. Mucho menos conocidas, pero no menos importantes, han sido las extraordinarias aportaciones de Leonardo en el ámbito de la ciencia y la tecnología. En el campo científico son notables sus aportaciones a la investigación de la anatomía humana, cuyo estudio le fue muy útil también para su trabajo artístico, contribuyendo a perfeccionar la representación de la figura humana. Podemos considerarle además un pionero de la anatomía comparada ya que diseccionó no sólo cadáveres humanos sino también de ranas, pájaros, vacas y otros animales. En su búsqueda del “alma humana” Leonardo prestó una atención especial al estudio del cerebro y del sistema nervioso, realizando unos dibujos que constituyen una magnífica fusión de arte y ciencia.
Leonardo destacó también en el ámbito de la tecnología, inventando una gran variedad de máquinas. Fascinado con la capacidad de volar, diseñó varías máquinas voladoras. Una de las más curiosas es lo que él denominó “tornillo aéreo” y que se puede considerar un precursor del helicóptero.
En definitiva, la figura de Leonardo da Vinci nos muestra cómo, en el Renacimiento, la ciencia y la tecnología modernas nacen en íntima relación con el arte. Sin embargo, esta interrelación tan estrecha se va a ir difuminando con el tiempo y, ya en el siglo XX, el extraordinario desarrollo de la ciencia y la tecnología se produce (salvo algunas excepciones) cada vez más al margen del arte y las humanidades. Y tal es el alejamiento que se llega a hablar, como hace el físico y novelista británico Charles Percy Snow, de “dos culturas” separadas, una científica y tecnológica y otra artística y humanística, entre las que prácticamente no hay relación.
Afortunadamente, en la actualidad existen numerosas iniciativas para superar definitivamente ese divorcio entre las artes y las humanidades, por un lado, y la ciencia y la tecnología por otro. Se ha llegado incluso a hablar de la necesidad de crear una “Tercera Cultura”. En el mundo académico se empieza a enfatizar la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, ya que resulta obvio que los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad en nuestro tiempo, como por ejemplo la catástrofe climática o la amenaza de nuevas pandemias, sólo podrán resolverse desde la colaboración de muy diversas disciplinas. Además, existe la convicción de que el arte, la ciencia y la tecnología pueden beneficiarse mutuamente de su interrelación abriendo nuevos caminos. Por eso, se multiplican las iniciativas, dentro y fuera del mundo académico, para favorecer interacciones cada vez más estrechas entre arte, ciencia, tecnología y sociedad. En muchos casos se emplea el arte como un vehículo muy eficaz para la divulgación social de la ciencia y la tecnología. En otros casos, la ciencia y la tecnología sirven como fuentes inspiradoras de nuevas expresiones artísticas. Todo esto es lo que pretende recoger el “Libro Blanco de la Interrelación entre Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad en España”.
Entre los principales objetivos de este “Libro Blanco” están el análisis de la situación actual de las interrelaciones entre arte, ciencia, tecnología y sociedad en España, situándola en el contexto del panorama internacional, así como la propuesta de recomendaciones para fomentar nuevos proyectos y programas en este ámbito, que vayan más allá del mundo académico y que promuevan la participación ciudadana. Por esto, el “Libro Blanco” no va sólo dirigido a los profesionales de la investigación académica (en las distintas disciplinas científicas, tecnológicas, artísticas y humanísticas) y a los profesionales del arte y la cultura, sino también a los políticos, a las empresas y los emprendedores, y a toda la ciudadanía. Se pretende, sobre todo, que el Libro Blanco pueda servir como una fuente de inspiración para desarrollar nuevas actividades y proyectos que incorporen la interrelación entre arte, ciencia y tecnología.
El “Libro Blanco” presta una especial atención a los museos y centros culturales que combinan contenido científico con referencias culturales y artísticas, de manera que el arte sirve como un vehículo con gran fuerza emocional que facilita enormemente la transmisión del conocimiento científico. Se ha observado, por ejemplo, que las exposiciones artísticas, más emocionales, sobre temas como la catástrofe climática o el medio ambiente provocan un impacto mayor sobre el público que las exposiciones con una perspectiva exclusivamente científica.
Un museo pionero en esta línea ha sido el Science Museum de Londres, con destacadas actuaciones museísticas donde coexisten las ciencias, las artes y las humanidades de manera que se facilita que el público pueda explorar los grandes temas tanto del universo como del ser humano.
En España tuvimos un caso que es interesante mencionar. En principio, la Fundación La Caixa marcaba una separación entre sus centros dedicados a las artes y la cultura (centros CaixaForum) y los centros dedicados a las ciencias (CosmoCaixa). Ahora CosmoCaixa incorpora de manera muy activa las artes y las humanidades para mejorar su labor de divulgación científica.
Otro centro que merece la pena destacar es el Planetario de Pamplona, o “Pamplonetario”, que ha integrado diversas disciplinas artísticas en su labor divulgación científica del espacio y de la exploración espacial. El “Pamplonetario” produce sus propias películas sobre el tema, incorporando bandas musicales como elemento destacado que produce emoción en el público y, con ello, se facilita la transmisión del conocimiento científico. Además, el “Pamplonetario” realiza actividades divulgativas en bares, bibliotecas y otros lugares, buscando vincular la ciencia con la vida cotidiana de la ciudadanía
En España también podemos disfrutar de centros culturales dónde se incorpora la ciencia en su labor cultural a través de exposiciones, debates, cine, talleres, cursos y conciertos. Entre ellos, cabe destacar el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Espacio Fundación Telefónica en Madrid, el Parque de las Ciencias de Andalucía en Granada, o la Ciutat de les Arts i les Ciencies de Valencia.
Precisamente, hace unos meses tuve el placer de escribir aquí sobre la exposición “Cerebro(s)” organizada por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y Espacio Fundación Telefónica en Madrid. Esta exposición fue un magnífico ejemplo de esa “Tercera Cultura” dónde ciencia, filosofía y arte confluyen en torno a un tema, en este caso, el cerebro y la mente.
Además de estas iniciativas dónde el arte y las humanidades se integran para mejorar la comunicación de contenidos científicos, el “Libro Blanco” también presenta otras iniciativas en las que la ciencia y la tecnología sirven de inspiración para la expresión artística. Así, por ejemplo, el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, es un centro de investigación dónde físicos e ingenieros exploran la estructura fundamental de la materia, prestando una especial atención a las partículas subatómicas. Desde 2012 el CERN tiene también un programa en el que artistas de diversas disciplinas pueden realizar estancias en laboratorios para desarrollar nuevas ideas inspiradas en el trabajo científico. La Universidad de las Artes de Zurich tiene otro programa, “Artists-in-labs programme” que promueve la colaboración entre científicos y artistas, proporcionando a los artistas la oportunidad de bucear en las ciencias e incorporar sus dimensiones estéticas y de experimentación. En España son todavía muy escasos los proyectos de este tipo, siendo uno de los pioneros el Programa de Residencia Artística del Institut de Recerca Biomedica (IRB) de Barcelona.
Después de describir todas estas iniciativas tan interesantes, el “Libro Blanco” recomienda, de cara al futuro, incentivar la colaboración entre profesionales del arte, la ciencia y la tecnología, establecer espacios comunes de trabajo y cocreación, incorporar más herramientas artísticas en los museos de ciencias y, de modo más general, fomentar una cultura de creación colaborativa.
Y aunque el “Libro Blanco” no lo mencione, considero muy importante insistir en la más grave carencia que padecemos en el ámbito del arte y la ciencia de nuestro país: la ausencia de un museo dedicado al extraordinario legado científico y artístico de Santiago Ramón y Cajal y de su escuela. Es preciso recordar que Cajal, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1906, es considerado no sólo como el padre de la neurociencia contemporánea sino también, en palabras del prestigioso crítico de arte Jerry Saltz, como un artista a la altura de Miguel Ángel o Leonardo da Vinci. El “Legado Cajal” es reconocido por la UNESCO como parte de la “memoria del mundo” y merece ser expuesto en un Museo interactivo y divulgativo que integre arte y ciencia para la educación y el disfrute del público. El Gobierno de España declaró 2022 como el “Año de Investigación Ramón y Cajal“, conmemorando así la personalidad científica más importante de la historia de España. Sin ninguna duda, este “Año Cajal” (cuya celebración se prolonga hasta 2025) debería culminar en la creación del Museo Cajal. Cajal es nuestro Leonardo da Vinci y su legado, y el de sus discípulos, merece un museo a la altura de su prestigio internacional.
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