La también conocida como “la novia del feeling” agregó en su comunicado que “mientras tenga fuerzas” y el apoyo de familiares, amigos y seguidores seguirá cantando. “Con el respeto de todas las personas que sinceramente me aprecian, cada persona decide, cómo quiere vivir y morir también”, escribió.
Portuondo subrayó que “mientras tenga fuerzas y las personas me quieran escuchar seguiré cantando. Porque como siempre les digo: la música es en mi, cielo, tierra, mar y sol, alegría y razón”.
El pasado 2 de octubre la artista sufrió durante un concierto en el Palau de la Música de Barcelona un episodio de “fatiga y desorientación” que la obligó a dejar la actuación luego de interpretar la primera canción, el clásico de su repertorio “Quizás, quizás”, de Osvaldo Farrés.
Portuondo, nacida en 1930, comenzó su carrera en los años 40 acompañada por su hermana Haydeé, interpretando música cubana con una fuerte influencia de géneros como la bossa nova y el jazz, para salar poco después al mundo profesional.
Con tiempo, conciertos y grabaciones, la artista cubana logró primero el reconocimiento nacional y, posteriormente el internacional. En este último jugo un papel importante, sobre todo para extender su nombre entre el gran público, el trabajo con el Buena Vista Social Club.
Portuondo, además de su extensa carrera en solitario -con trabajos como VIDA, Gracias y Flor de amor-, ha colaborado con artistas como Pablo Milanés, Chico Buarque, Chucho Valdés, Cachaito López, Jorge Drexler e Ibrahim Ferrer.
Entre los premios que acumula la cantante cubana destacan el Premio de Música Latina 2005 de la revista Billboard, el Grammy Latino al Mejor Álbum Tropical Contemporáneo y la medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en España.
Hay algo de cinematográfico en la historia de Omara Portuondo (La Habana, 1930). Hija de una mujer de familia española que abandonó su círculo social para casarse con un bello jugador negro del equipo nacional cubano de béisbol. Omara entró en contacto con la música ya en su más tierna infancia. Como en cualquier otro hogar cubano, la futura cantante y sus hermanos crecieron rodeados de la música que, a falta de gramófono, entonaban sus padres. Aquellas melodías, algunas de las cuales perviven todavía hoy en el repertorio de la cantante, constituyeron las primeras lecciones informales de música de la pequeña Omara.
Antes de dedicarse a la canción, sin embargo, Omara probó fortuna, por obra del azar, en el mundo de la danza, siguiendo los pasos de su hermana Haydeé, que formaba parte de la compañía del prestigioso cabaret Tropicana. Un día de 1945, dos días antes de un importante estreno, una de las bailarinas de la compañía arrojó la toalla. Omara había visto a su hermana ensayar durante horas y se conocía de memoria los pasos, de ahí que le propusieran ocupar la vacante. “Era un cabaret muy elegante —recuerda Omara—, pero aquello no tenía sentido. Yo era una chica muy tímida y me daba vergüenza enseñar las piernas”. Fue su madre quien la convenció para que no dejara pasar la oportunidad, y así empezó una carrera como bailarina que la llevó a formar una célebre pareja con el bailarín Rolando Espinosa y que, en 1961, le permitió trabajar como profesora de bailes populares en la Escuela de Instructores de Arte.
Omara y su hermana Haydeé también cantaban estándares norteamericanos con un grupo en el que figuraban César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez y el pianista ciego Frank Emilio Flynn. Se hacían llamar Los Loquibamba y el estilo que practicaban, una versión cubanizada de la bossa nova con alguna pincelada del jazz norteamericano, se conoció como “feeling” o “filin”. En su debut radiofónico, Omara fue presentada como “La señorita Omara Brown, la novia del filin”.
En 1952, Omara y Haydeé formaron, con Elena Burke y Moraima Secada, un cuarteto vocal, dirigido por el pianista Aida Diestro, y que se convertiría en uno de los grupos más importantes en la historia de la música cubana, a pesar de que la formación original solamente grabó un sencillo, en 1957 para Victor RCA. Omara permaneció en el Cuarteto Las d’Aida 15 años. “Salíamos de gira por los Estados Unidos, y los arreglos vocales de Aida eran muy novedosos. Por todas partes nos aclamaban y, cuando Nat “King” Cole tocaba en el Tropicana, subíamos al escenario para cantar con él”, recuerda Omara.
Magia Negra, el disco de debut de Omara, apareció en 1959. En él, la cantante apostaba por combinar la música cubana con el jazz norteamericano, e incluíaversiones de “That Old Black Magic” y de “Caravan”, de Duke Ellington. A pesar de haber editado su primer trabajo en solitario, Omara Portuondo siguió en el seno de Las d’Aida. Dos años más tarde, se vieron obligadas a regresar a la isla durante una serie de conciertos en un hotel de Miami a causa de la crisis de los misiles, que provocó la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba y el inicio de un largo período de aislamiento del país caribeño. Omara permaneció en Las d’Aida hasta 1967, cuando decidió proseguir con su carrera en solitario. “Se habían marchado tantos cantantes de la isla que había que llenar aquel hueco”, afirma. Omara no sólo recogió el testigo de la representación de su país en diferentes festivales internacionales de todo el mundo sino que siguió reafirmándose a escala nacional.
Omara ingresó en una de las orquestas más importantes del país, la Orquesta Aragón, con la que viajó por todo el mundo, y, con posterioridad, grabó varios discos, como el que hizo con Adalberto Álvarez en 1984 o Palabras y Desafíos, ambos para el sello español Nubenegra y en los que estaba acompañada por Chucho Valdés.
Sin embargo, el hecho que catapultaría definitivamente a Omara Portuondo al lugar al que, por derecho propio, pertenecía llegó a mediados de los noventa, de la mano del cine. Después de participar en las sesiones de grabación de Buena Vista Social ClubTM (World Circuit), donde cantó “Veinte años” junto a Compay Segundo, Omara Portuondo emocionó al público y se emocionó en la pantalla al interpretar con Ibrahim Ferrer un tema tan desgarrador como “Silencio”. Al igual que para el resto de músicos veteranos de aquel proyecto, aquello marcó un nuevo punto de inflexión en sus carreras que habría de llevarlos en los años venideros por todo el mundo y a grabar diferentes trabajos al frente de una banda de ensueño que reunía a grandes de la música cubana como Rubén González, Orlando “Cachaíto” López o Manuel “Guajiro” Mirabal.
Omara fue la protagonista del tercer lanzamiento de Buena Vista Social ClubTM, Buena Vista Social ClubTM presents… Omara Portuondo (World Circuit). Editado en el año 2000, el disco fue acogido con entusiasmo y llevó a Omara a embarcarse en una gira junto a Rubén González e Ibrahim Ferrer que brindó a toda una nueva generación de aficionados la posibilidad de descubrir a tan ilustre trío sobre el escenario. Viajaron en Europa, Japón y actuaron en Estados Unidos y Canadá.
Omara volvió al estudio para grabar su segundo álbum en solitario para World Circuit. Flor de Amor (World Circuit) producido por Nick Gold y Alê Siqueira marca un cambio de rumbo en la carrera musical de Omara. Es un disco marcado por un sonido más sutil y rico en texturas. En esta ocasión, la cantante se rodeó de una mezcla de músicos cubanos y brasileños, y este es, precisamente, otro de los factores que influyen en el estilo característico de la obra.
Omara volvió a Europa en 2004 para presentar este trabajo que paseó por escenarios tan prestigiosos como los del North Sea Jazz Festival, Marble Hill House londinense, Olympia en París o en el Concertgebouw de Amsterdam. Ese mismo verano, Omara dio “el primer concierto” en Berlín, en el mítico Gendarmenmarkt. Ante 7.000 personas y rodeada de 68 músicos – entre los que se encontraban los miembros de las Deutsches Filmorchester Babelsberg Symphonic Orchestra y arropada por un invitado tan especial como su buen amigo Ibrahim Ferrer, aquella fue una noche inolvidable que marcó el inicio de una nueva y ambiciosa gira mundial, el Proyecto Especial Sinfónico, que, en 2006, la llevaría a los teatros más importantes y a los principales festivales de música clásica.
Antes de que acabara 2004, Omara se llevó dos grandes sorpresas: en Montreux, la Cruz Roja Internacional la nombró Embajadora Internacional, convirtiéndola en el primer artista cubano que alcanza semejante distinción, y Flor de amor fue nominado en los premios GRAMMY en la categoría de “Mejor Disco Tradicional Tropical”. No fue esa, sin embargo, la única mención que recayó sobre el disco. En la gala de la 16a edición de los Billboard Latin Music Awards, en 2005, el disco se alzó con el premio al mejor Disco Tropical del Año.
Mientras Omara giraba en Brasil, contactó con una de las leyendas de la música popular brasileña: la cantante Maria Bethânia. Con ella grabó en Rio de Janeiro, secundada por músicos de ambos países. El resultado, Omara Portuondo e Maria Bethânia (Bicoito Fino 2007), una colección de canciones cubanas y brasileñas, un disco donde se percibe el mutuo entendimiento de estas dos hermanas de la diáspora Africana.
En 2008, Omara inició el año con la gira con Bethânia y que prosiguió con Gracias (Montuno Producciones), el disco con el que la cantante cubana celebra su sexagésimo aniversario de carrera. Grabado en La Habana y producido por los brasileños Alê Siqueira (el productor de su último disco) y Swami Jr., ¿qué mejor que darse un auténtico festín para tan señalada ocasión y reclutar a un quinteto a la altura de las circunstancias? los tres músicos con los que la cantante ya ha trabajado en el pasado —el pianista Roberto Fonseca, el guitarrista y director musical Swami Jr. y el percusionista Andrés Coayo— y siguiendo por los dos que debutan al lado de “la novia del feeling”: el contrabajista israelí Avishai Cohen y el percusionista hindú Trilok Gurtu.
En “Gracias”, Omara ha querido recuperar los temas que más la han conmovido, y trabajar con autores por ella admirados como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés o Jorge Drexler, compositor del tema que da nombre al disco, dedicado especialmente a Omara. No son estos, sin embargo, los únicos invitados de lujo de esta efeméride: por si el elenco no fuera ya de por sí estelar, se han querido sumar a él Chucho Valdés —que interpreta un tema escrito por el hijo de Omara—, el sensacional músico africano Richard Bona y el maestro brasileño Chico Buarque.
Con el lanzamiento del disco, Omara giró extensamente en Europa, America Latina, y Oriente . En octubre 2009, Portuondo viajó a EUA para presentarse en concierto después de su última visita seis años atrás. Ambos conciertos en San Francisco y en Los Ángeles fueron elogiados por el público y la crítica en California.
El mes después, el álbum Gracias fue galardonado con el GRAMMY Latino 2009 en la categoría de “Mejor Álbum Tropical Contemporáneo”. Fue una noche muy especial ya que Omara estuvo presente en la ceremonia e hizo historia como primera artista residente en Cuba en subir al escenario de los GRAMMY Latinos para presentar uno de los premios. El álbum también fue nominado en los GRAMMY en la categoría de “Mejor Álbum Tropical”. A día de hoy Omara Portuondo se mantiene firme en su pasión por la música y el arte en todos sus ámbitos.
Más sobre Omara Portuondo: https://www.omaraportuondo.com/en#2
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