En la excelente novela La carne, de Rosa Montero, hay escondida una pequeña joya. Se trata de la historia imaginaria de Josefina Aznárez, personaje mayúsculo, apasionante, mágico, de esos que aparecen muy de vez en cuando pero se te quedan clavados para siempre.

Josefina es un personaje maldito, una invención desgarrada y dolorosa de la condición de ser mujer. Esa mujer bien podría ser Hildegarda de Bingen, María Lejárraga o George Sand. Su destino se cruza un 3 de noviembre de 1893 con la explosión y posterior tragedia del vapor “Cabo Machichaco”… A partir de aquí, es Laila Ripoll quien escribe este monólogo. Josefina entra en las sombras y desaparece para convertirse en fantasma, en mito, en carne de escenario. Para no desaparecer nunca.

El proyecto de adaptar esta historia a la escena comenzó en noviembre de 2016, cuando Silvia de Pé terminó de leer la novela La carne. “Cuando leí que Josefina Aznárez era un personaje inventado por Rosa, me hizo sentir decepcionada y emocionada a partes iguales. Había que hacer algo con esa maravilla de personaje y con ese impulso le escribí un email al que ella respondió unas pocas horas después. Así empezó todo. Fue un impulso absoluto e irracional. Pero había que hacerle justicia a Josefina, había que darle voz, dignidad y un escenario. Josefina es una mujer muy inteligente, es una luchadora que busca su libertad y hace todo lo posible por conseguirla”, explica. “El camino andado ha sido largo, como los buenos guisos, y emocionante. No podía ser de otra manera. A veces, también, doloroso”.

laila ripoll:
Laila Ripoll es dramaturga y directora de escena. Ha recibido, entre otros, los premios Max, Ojo Crítico, José Luis Alonso, Ciudad de Palencia, Artemad, o el Homenaje de la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos. En 1991 funda la compañía teatral Micomicón con la que ha dirigido más de veinte espectáculos. Desde esa fecha ha desarrollado un trabajo de investigación, recuperación y reelaboración de los textos del Siglo de Oro español, con especial atención a Lope de Vega. Con Micomicón ha viajado por toda Iberoamérica. El contacto con la realidad de ese continente ha dejado una huella profunda en su teatro.

Matadero Madrid.