Por Jaume Amills.
Recientemente descubriríamos su obra en las redes sociales, vimos su foto, y nos enamoramos de su tierna mirada y sus ojos azules que nos dejan sin aliento cada vez que nos sumergimos en su perfil de Instagram.
Publicamos algunas de sus obras en fotografías artísticas, y tuve la oportunidad de conocer a este chico un poco más a fondo. Graba en vídeo, monta, edita; se le da de maravilla la gestión del mundo Social Media, y es un extraordinario creador de contenidos. Su compromiso con la imagen y con todas las disciplinas que se desprenden de la fotografía y el montaje le ha llevado a consumir mucho cine clásico.
Hace poco, cenando en la Parrilla de la Reina me hablaba de Orfeo Negro; obra maestra del cine brasileño, de 1959 y que popularizó la Bossa Nova. Esta película nos habla de carnaval, de las máscaras, las traiciones, los amores condenados y la destrucción del alma, una vez liquidada cualquier esperanza de amar y sobrevivir en una atmósfera que anticipa la soledad y el sustrato final de una historia maldita; la música, el baile, la pintura, y las desventuras de una noche oscura donde todo o nada puede suceder.
Cristian se inspiró en aquella película, que invoca la tragedia y la eterna promesa de la plenitud, para crear en este carnaval una serie de autorretratos que nos hablan de la deconstrucción del alma.
En estas fotos Bustos utiliza una paleta de colores aparentemente lejos del drama y la oscuridad de una noche en la que cada destello, mirada o promesa puede ser una traición y conducir a los amantes al viaje instantáneo y final de la locura y la muerte.
Colores acuarelados y contornos suaves al servicio del implacable discurso de un Cristián Bustos cada vez más maduro, y que habla sin estridencias, pero sin concesiones de la reconstrucción de la vida, del corazón roto o de la esperanza.
Por Jaume Amills.