El Wilhelm Hallen de Berlín. por maría muñoz.
Desde depósitos subterráneos hasta centrales térmicas, pasando por fábricas de todo tipo, las vidas pasadas y las reencarnaciones de los espacios posindustriales en centros de creatividad están a la orden del día. La historia no contada de estos sitios es el punto de conexión con el presente. Una vieja historia. París fue la capital del arte con las vanguardias y, tras la Segunda Guerra Mundial, Nueva York le robó el protagonismo. El mundo del siglo XXI lo definen las grandes metrópolis. Ahora ya no hay un centro, sino una red de ciudades donde se acumula la masa crítica. Compiten entre sí no sólo para atraer el turismo, el capital financiero y las inversiones, sino por situarse como centros de creación de cultura y conocimiento, como encrucijadas imprescindibles por las que cualquier creador tenga obligatoriamente que pasar si quiere captar lo que predice el presente. Pues bien, tras medio siglo de silencio avergonzada por la lacra del nazismo, Berlín resurge de sus cenizas como el ave Fenix convertida en una de esas ciudades culturales, primero del underground en los años 2000 y ahora del overground elitista a punto de cumplirse un cuarto del nuevo siglo y pandemia mediante.
La capital alemana tiene un componente de peso: el lúdico. La fiesta, tan volátil que se desgasta con facilidad, prosigue sin embargo en Berlín, que continua estando en el top de las listas de la cultura de club, drogas, desmadre y tecno. Cultural popular frente a alta cultura, porque con respecto a arte; si en Nueva York se cita el MoMA; en París, el Louvre o en Londres, la Tate Gallery, en Berlín no se cita uno, sino una veintena de instituciones o museos de calidad y buen hacer parecidos. Por algo será. Y es que Berlín se sitúa como uno de los mayores centros mundiales de producción artística y creativa. Más de 100 artistas considerados de los más influyentes en mundo del arte viven en Berlín. Por eso cuidar a sus jóvenes creadores y atraer a artistas extranjeros proporcionándoles espacios de trabajo e infraestructuras es una de sus características más notables.
Pues bien, dentro de las fábricas de creación se encuentra el recién inaugurado complejo Wilhelm Hallen. Un complejo de fábricas en desuso que alojan empresas que operan en la intersección del arte, la arquitectura y el diseño. Iniciada por la empresa canadiense de diseño y producción de iluminación Bocci, su prospección es formar un hábitat creativo diverso que incluye galerías, diseñadores y otras prácticas relacionadas con la cultura.
Wilhem Hallen entiende estos espacios posindustriales como instrumentos dirigidos a profesionales de la creatividad, quienes a su vez, hacen de la cultura uno de los motores económicos y de desarrollo de la ciudad, a la vez que proporcionan identidad, tanto en el ámbito local como en el internacional.
El complejo esta formado por un conjunto de antiguas fábricas de piedra y ladrillo construido a principios de 1900, e incluye la fundición de hierro más antigua de Berlín, joya del patrimonio industrial alemán y que estuvo en uso hasta 2014. Más de 20.000 m2 en el barrio de Reinickendorf, el encanto del complejo reside en sus estrechos callejones, que permiten vislumbrar su vida pasada, donde puentes, cadenas, rodillos y pesas se forjaban.
En este momento, el espacio industrial reutilizado alberga el archivo permanente de Bocci e instalaciones de iluminación específicas, así como su showroom europeo. También está aquí el colectivo de DJs y productores Keine Musik; Oat Milk, estudio fotográfico multifuncional y espacio para eventos y producción; Mehdi Chouakri, una de las mejores galerías de arte de Berlín y por último Ramboll, un estudio de ingeniería y arquitectura danés.
Bocci y sus socios dan nueva vida a Wilhelm Hallen, convirtiendo la sala principal de la fundición en espacio expositivo. Sin ir más lejos, el pasado septiembre, coincidiendo con la Semana del Arte de Berlín, se presentaron varias exposiciones audio visuales y performances. Este sitio hace unos años fantasmagórico, se ha transformado en un punto caliente, en permanente ebullición. Está absolutamente ligado a la práctica profesional, proporcionando infraestructuras y espacios, y la posibilidad de interacción y creación de sinergias creativas desarrolladas de forma orgánica.
La recuperación del tejido urbano y la rehabilitación de barrios que fueron obreros y periféricos, y que los arquitectos Busquets y Bohigas denominaron “nuevas centralidades”, es un arma de doble filo: si bien es un paso adelante para seguir manteniendo el ADN cultural y ampliar la red de espacios artísticos profesionales; este nuevo papel de la cultura y la creatividad en la revitalización física y económica de las ciudades tiene otra cara, conocida por ya trillado anglicismo gentrificación (de “gentry”, de clase alta).
Y siguiendo con la intelectualización de estos procesos, nada mejor que acabar citando a Gilles Deleuze, quién dijo que buena parte de los contenidos más creativos se encuentran actualmente en las interfaces de los diferentes lenguajes artísticos, en la interdisciplinariedad, que en la actual economía mixta del ocio, la cultura y la creatividad es algo parecido a lo que ofrece Wilhelm Hallen.