Por Juan Trinchet
Qué ha motivado a el universo creativo de Fernando Soto para dirigir una obra acerca de Carmen Díez de Rivera?
La obra Carmen nada de nadie ya fue estrenada en la temporada pasada en El Español y tuvo un éxito rotundo. A mí siempre me ha apasionado la temática de la transición y es indudable el papel fundamental que ha jugado Carmen Díez de Rivera en todo este proceso.
La historia que envuelve a este personaje es muy interesante y compleja. A mí, lo que me llama poderosamente la atención, y es algo que se repite a lo largo de muchas dramaturgias, a lo largo de la historia, son estos personajes que defienden, digamos, una utopía, que tienen un sentimiento poderoso, auténtico y valiente de hacer que este mundo sea más justo, más honesto. Personas que defienden ideas auténticas y que no solo las defienden, sino que las ponen en práctica incluso, arriesgando en ocasiones sus vidas pero sobre todo, enfrentándose a lo establecido.
En una sociedad en la que lo que prima es el capitalismo voraz y el neoliberalismo insensato y donde además se están perdiendo ciertamente los valores auténticos del ser humano, pues creo que es muy necesario escuchar ciertas cosas en el escenario que nos hagan reflexionar y volver a ser más empáticos con el ser humano, a ser más justos, a tener un concepto de justicia social, ¿sabes? Es eso por encima de todo.
¿Qué ha representado para España la figura de Carmen Díez de Rivera?
No solo ella. Yo creo que ella, igual que otras muchas mujeres de aquella época, como por ejemplo, Manuela Carmena, estaban a la sombra, ya que, no eran populares, ni reconocidas en el ningún ámbito de la política. Yo admiro de Carmen Díez de Rivera precisamente eso: la lucha incansable por una causa justa. Carmen, en este caso, aparte de tener una vida bastante trágica, por desgracia, ella lo que decidió fue, para curar un dolor personal, una tragedia personal, ampararse en la lucha política e intentar que este país saliera de una zona oscura, con olor a podredumbre durante la época terrible de la dictadura.
Carmen aglutina toda esa lucha por unos derechos que han costado mucho, mucho, mucho ganarlos y que, por desgracia, algunos hacen peligrar hoy en día con el auge de la ultraderecha. Para mí lo que representa es eso. Carmen supo imponerse y realizar una labor titánica en la época de la transición dentro de una sociedad patriarcal y totalitaria.
¿Qué rasgos de la personalidad de Carmen retrata “Carmen en Nada de Nadie”?
Bueno, sobre todo, en el espectáculo, yo como director de escena, lo que he querido es plasmar una mujer que oculta un dolor personal por no poder realizar totalmente el amor de su vida, poderse casar con su amor de juventud por la desgracia de que era, digamos, una hermana de su futura pareja, fruto de una relación de infidelidad de la madre. Carmen era un personaje con un carácter fuerte, vehemente porque debía hacerse valer en el contexto en el que estaba, que era, pues eso, entre manadas de lobos: generales, militares, franquistas, fascistas.
Entonces, bueno, es un personaje con mucha fuerza, es un personaje con un dolor interno que arrastra y conmueve, también es un personaje muy empático con los demás. Yo creo que, a pesar de ser vehemente y de ser de carácter fuerte, pues yo he querido mostrar también ese rincón donde ella entiende que la única salida es la conciliación, el diálogo. Bueno, es muy poliédrico, ¿sabes? Es muy contradictorio también. El carácter de esta mujer lo era y yo también he querido narrarlo porque Carmen, a pesar de todas sus ideas progresistas y de esa lucha constante, seguía siendo una niña que venía de un contexto de una burguesía católica. Entonces, mi intención ha sido desarrollar un personaje muy contradictorio, con muchas aristas. Carmen Díez, además provenía del núcleo de la dictadura y de sus entornos aristocráticos. Fue la pieza clave de Suárez, amiga del Rey, apoyó a la izquierda marxista y se instaló luego en el PSOE.
¿Crees que por esta similitud con el electorado y el sentir ciudadano, ejerce esa fascinación en el imaginario colectivo todavía hoy?
Sí, yo creo que sí. Aunque también te digo una cosa. Yo creo que también son personajes, por desgracia, que también tienen una parte de olvido en nuestro país. En mi opinión, olvidamos muy pronto a personas que han dedicado su vida a luchar y a pelear. Considero que deberíamos ensalzar más ciertos ideales, como es el caso, bueno, representado por Carmen Díez de Rivera. También tiene esa fascinación, por supuesto, porque fíjate la dilatada trayectoria política de esta mujer en las circunstancias convulsas que le tocaron vivir. A mí me parece fascinante y yo, personalmente, como director y como ciudadano, pues me parecen espejos en los que ya es hora no solo de mirarnos, sino en los que indagar en busca de respuestas nuevas, ¿sabes? O sea, creo que la historia de nuestro país tiene muchas sombras, cientos de claroscuros, pero también tiene muchas luces con personas que a lo largo de la historia han hecho cosas muy interesantes. Y el caso de Carmen pues nos fascinó desde el inicio de este proceso, la verdad, y esa emoción se trasluce en la obra. Inevitablemente.
¿Cómo fue el proceso de documentación sobre la vida de Carmen Díez de Rivera para hacer esta obra?
Pues mira, fue arduo pero muy interesante. Pudimos hablar con algunas personas de su entorno, no con muchas, pero sí con las justas. en este caso, por ejemplo, Paquita Sauquillo, abogada y política valiente conocida por su activismo como defensora laboralista y en defensa de los derechos y libertades básicas que la dictadura de Francisco Franco se atrevía a silenciar, tuvo la deferencia de tener un encuentro con nosotros, ella la conoció bien y nos dio muchas claves fundamentales de su vida. Luego ha venido gente a ver el espectáculo, incluso un ministro de aquella época, de Suárez. En fin, ha pasado mucha gente que la conocía. Y la verdad es que todos se han llevado buenas sensaciones y buenas vibraciones. Evidentemente, cuando haces un espectáculo sobre alguien que ha existido y sobre algo real, no hay que mirarlo con la lupa de la realidad.
Nosotros hemos hecho una interpretación también porque no teníamos intención de hacer un biopic de Carmen Díez de Rivera. Queríamos hablar del contexto de una persona con una lucha en un época oscura como era la transición. Hemos leído mucho, hemos ahondado en la biografía que existe de ella, en la que hay muchas reflexiones suyas personales, mucho documental, etc. La conclusión que he llegado después de haber trabajado en este montaje es que hablamos poco de nuestra historia, deberíamos ser más elocuentes, más precisos, y claro está: más justos con los hechos y personajes que la integran. Por ejemplo, en el caso de la transición, como digo yo y también he oído decir a muchas personas, tuvo mucho de transacción.
Entonces, el paso de una dictadura a una democracia, que creo que somos de los pocos países del mundo junto a Chile, que hemos sufrido o que hemos hecho un paso así, pues eso, te voy a repetir, encierra muchas luces y muchas sombras, y creo que deberíamos hablar más sin ningún complejo y destapar muchas cosas que hay ocultas y que se han obviado, echando tierra encima con una compulsión innecesaria. En fin, el proceso ha sido muy gratificante y yo estoy muy agradecido al Teatro Español que apostara por este texto y por nuestra aventura.
¿Qué ha descubierto Fernando Soto como director y como ser humano durante el proceso de gestación de este montaje?
Pues mira, para mí hay un concepto que se repite y que ya me estalló un poco en la cabeza y me removió mucho, cuando hice el Quijote.
Hice un Quijote con Pepe Sacristán, dirigido por Luis Bermejo, que era una adaptación de José Ramón Fernández, y yo interpreté a Sancho Panza. Entonces, durante toda esa gira de un año o dos que estuvimos (pasamos también por el Teatro Español); me llamó poderosamente la atención muchos conceptos que encierra el Quijotismo y que ahora, al meterme en este personaje, en este proceso, volvieron a aparecer. Yo creo que a mí, sobre todo, lo que me ha despertado este proceso es darme cuenta de manera fehaciente que hacer un mundo mejor, es posible y no solo posible sino casi imprescindible.
A veces percibo que la justicia social es un concepto que queda obsoleto plasmado en el constitución, en un papel mojado de letras gordas, nuestra labor como artistas también puede y debe despertar conciencias para llevar la justicia social a la práctica. A mí eso es lo que más me despierta mi universo creativo al haber montado esta obra, y enlaza con, bueno, a lo mejor con una lucha quijotesca de al menos, mantener la coherencia en el día a día, que es muy difícil.
Hoy en día es muy complejo mantener la coherencia personal. Levantarnos e intentar ser coherentes y honestos es una pelea que hay que hacer bajo todas las circunstancias. O sea, yo no te digo luchar contra las redes sociales, o porque dejes de abrir Instagram vas a ser mejor persona, o porque lo uses vas a ser peor persona. No me refiero a eso, porque creo que eso son chorradas, entre comillas, pero bueno, son costumbres que están intoxicando bastante al mundo actual. Hay una crisis de valores sin precedentes en nuestra sociedad, donde todo tiene un precio y la gente busca a cualquier precio una exposición estéril, excesiva y superficial.
¿Qué valores políticos de Carmen Díez de Rivera están vigentes en la España de hoy?
Tengo la certeza de que hay personas en la política que se están dejando la piel y que creen que la política honesta es necesaria y tiene un sentido de provecho. Yo creo que hay políticos que, trabajando en dicho ámbito, tienen un gran sentido de la ciudadanía. Y eso a mí me reconforta, aunque es cierto, que estamos todos muy desencantados, muy hartos de tantos ataques gratuitos en el Congreso, en aras en ensalzar ciertos egos. La política debía alejarse de los egos y pisar la calle, de una puñetera vez, pero hay algo de esperanza al final del túnel, no nos queda más alternativa que tener algo de esperanza.
Yo creo que Carmen Díez de Rivera se echaría las manos a la cabeza si viera que la extrema derecha está gobernando en muchos lugares y que estamos retrocediendo en muchos aspectos. Y yo creo que también se asombraría y le sorprendería positivamente que hay muchas mujeres que están en una lucha encarnizada por revertir tanta locura, por una auténtica igualdad ajena a discursos panfletarios que no llevan a ningún sitio. Porque eso sí, que te lo digo de corazón: la ciudadanía necesita y exige respirar el oxígeno de la escucha activa de los dirigentes políticos que por cierto, han sido votados en las urnas, de manera democrática. Me encanta que este proyecto volviera al Teatro Español y que esté protagonizado por una mujer de tal calibre. Yo, mira, los últimos espectáculos que he hecho en el español como por ejemplo Las Cervantas, las hermanas de Cervantes, han tenido protagonistas femeninas. Otro espectáculo fue sobre Edith Piaf. Siempre me han motivado las historias de mujeres valientes que con su labor han contribuido a cambiar la historia y hacer más justa la sociedad en la que vivimos. Y eso a mí me hace aprender sobre mi masculinidad, sobre una masculinidad deformada que tenemos absolutamente todos y debemos ponernos en la labor de resetearla y tirarla a la basura. Yo creo que Carmen de estar viva, se llevaría las manos a la cabeza y también alucinaría positivamente de muchas cosas.
Pero sobre todo, políticamente, si me preguntas, vamos, es para llorar. Carmen, lloraría si viera que la extrema derecha está gobernando y campando a sus anchas con todo tipo de violaciones a los derechos más elementales. Hay un texto revelador en la primera escena de la obra donde ella lo dice claro: Adolfo, hay que tener cuidado, la extrema derecha campa a sus anchas. Entonces, ver como ahora en ayuntamientos están disponiendo sin razón esta gente, por llamarlo de alguna manera, y te lo digo así, de verdad, sin pelos en la lengua, me parece indignante.
Entonces, imagínate, estas personas que se dejaron la piel y hay mucha gente en la transición que se dejó la vida, por desgracia, y que ahora de repente vengan ciertos partidos elegidos de manera democrática a hacer lo que están haciendo, pues no es plato de buen gusto. Pero bueno, también hay que tener mucha esperanza y por otro lado, creo que la pelea de las mujeres hay que apoyarla sin fisuras y hay que 100% estar ahí.
¿Crees que nosotros, que el progresismo, la izquierda, como lo quieras llamar, la socialdemocracia, las personas que tenemos un pensamiento libre, tenemos un plus de compromiso con ser garantes de la convivencia?
No sé si un plus de compromiso pero si un deber de velar por una convivencia necesaria. Lo que yo veo también es que hay mucha izquierda impostada últimamente, ¿sabes? Es lo que te comentaba antes. Parece simple vista, a mí me da la sensación que es muy difícil ser de izquierdas y coherente hoy en día. Entonces, yo creo que lo que hay que intentar es ser justo y sobre todo, tener un sentido de autocrítica, que creo que la izquierda no está teniendo, y lo más preocupante es que, no es consciente de ello. Es un poco desolador estas peleas internas que hay desde el movimiento del 15M hasta hoy, ahí se nos encendió una luz y de repente todo se enturbia al ver estas luchas internas de clases, porque parecen vanas luchas de clases en la política, es un poco desolador. Yo creo que la izquierda debería hacer un serio ejercicio de autocrítica y pisar el freno, te hablo a nivel político, a nivel de partidos políticos, y hacer una reunificación y un replanteamiento, porque si no, estamos dando un espacio gratuito a los que hemos mencionado antes. Pero sí es verdad, y ahí estoy de acuerdo con lo que dices, que nosotros tenemos, no un compromiso, pero sí un deber que no lo tiene la extrema derecha. Somos diferentes en eso, porque tenemos unas ideas que para mí son más loables y son más defendibles. Moralmente y éticamente tenemos unos valores que son superiores porque plantean el progreso, la igualdad y la libertad de expresión y además, porque defienden los derechos de colectivos en riesgos de exclusión por cuestiones de género, raza o identidad sexual.
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