
La fotógrafa estadounidense Judith Joy Ross tardó algo de tiempo en entender que la fotografía le ayudaba a hacer más comprensible el mundo en el que vivía. A partir de ese momento, no dejó de utilizar este medio para tratar de responder a preguntas de carácter existencial.
Ross trabaja en base a un cierto impulso personal hacia la gente que conoce, sensación que luego queda reflejada en sus obras, pues en su mayor parte emanan una transparencia que tiene que ver con la relación que previamente se ha establecido entre artista y modelo. Sus retratos suelen enmarcarse en el contexto de un tema previamente escogido: Eurana Park, los visitantes del Monumento a la Guerra de Vietnam, los miembros del congreso durante el escándalo Irán-Contra (Irangate), los niños de las escuelas de Hazleton y lugares concretos como Easton, en Pensilvania, donde nació, se crio y donde aún hoy vive

Desde la década de 1980, Judith Joy Ross ha centrado su trabajo principalmente en el género del retrato. Sus imágenes tienen la capacidad de aunar el pasado, el presente y el futuro de los individuos que posan ante su cámara. No es una retratista de estudio, tampoco sale a la calle a capturar a un sujeto determinado; más bien trabaja por temas, a los que denomina «ocasiones» y en cada imagen que realiza se establece un tipo de reconocimiento entre ella y el retratado, aunque esta identificación dure sólo un instante, el tiempo que tarda en tomar la fotografía.
