Se trata de una de las primeras tragedias del autor madrileño y en ella se atesora una gran carga de violencia que esconde un juego de ascensos y descensos en el poder que vislumbra la inestabilidad que tienen que sortear las personas que lo ostentan. A pesar de haber sido escrita en 1625, sigue manteniendo su lección moral intacta y en plena vigencia de actualidad.
Su historia sitúa a los espectadores en la decadente Roma del emperador Aureliano (214-275 a. C.), quien soñó cómo el asesinado emperador Quintilio lo nombraba su heredero. Así, decide frenar la expansión del reino de Palmira y encarga al general Decio que ataque el territorio. Pero las legiones de Decio son vencidas en combate.
Deslumbrado por la belleza de Cenobia, la esposa del rey Abdenato de Palmira, Decio regresa a Roma y relata al nuevo emperador la funesta noticia. Aureliano se enerva por esta victoria mujeril y, literalmente, lo pisotea, humillando al soldado. Destituido de su cargo, Decio jura vengarse del emperador y recuperar su honor.
Tráiler La Gran Cenobia
Mientras, en Palmira, Irene y el sobrino del rey Abdenato, Libio, conspiran para impedir que, después de la muerte del anciano monarca, Cenobia siga manteniendo el poder.
En palabras del director:
La Gran Cenobia nos presenta múltiples luchas de poder: las internas en Roma, con el Golpe de Estado y el asesinato del Emperador a manos del ejército, y las externas con Palmira y su pretensión de independizarse de Roma.
Y toda lucha de poder se ve acompañada, tal y como nos muestra Calderón, por una lucha por el relato; por controlar la narrativa, por justificar cada cual con su verdad los actos que se cometen y por vencer no sólo en el campo de batalla, sino en el registro que quede en la Historia.
Siempre el poder y su despiadada obsesión por controlar y manipular el relato de los hechos, deformando la realidad y los acontecimientos hasta límites grotescos para validar y legitimar sus acciones, aunque esto signifique la transgresión de toda ética, de toda humanidad y de toda justicia. Y así, la historia depende de quién ha tenido la capacidad, la potestad y el privilegio de construir y contar sus relatos, y de hacer prevalecer su verdad.
Calderón nos muestra la pugna entre dos formas de entender el mundo: una más amable, justa, empática o ética, y otra basada en la competición, el enfrentamiento, el dominio, el sometimiento y en la anulación de todo aquello que no soy yo. Y es que la guerra, la injusticia, la traición y el crimen son tan inherentes al ser humano como a la literatura dramática universal de todos los tiempos, y Calderón interpela con estos elementos al espectador de hoy de una manera directa y rotunda, sin necesidad de concesiones temporales o estilísticas. Habla del ser humano de ayer de hoy y de mañana, de sus virtudes y sus vicios, de su nobleza y de su despiadada crueldad para con sus iguales.
En este contexto de violencia, poder, manipulación y muerte, Calderón permite que afloren los más nobles sentimientos de amor, lealtad, dignidad y justicia. Los personajes de La gran Cenobia se debaten entre sus obsesiones y sus principios, entre su deber y su ambición mientras la guerra, la historia y la vida les pasa por encima.
David Boceta.