
El pasado 1 de Junio Fundación Mapfre inauguraba la exposición de Paolo Gasparini, fotógrafo itialiano, que descubría el poder transformador de un retrato, cuando siendo un niño conoció a un coronel yugoslavo del ejército de Tito que se alojaba clandestinamente en su casa. Cientos de fotografías de personas ahorcadas aparecían frente a sus ojos, condicionando para siempre la mirada de un joven que habría de migrar a la entonces próspera Venezuela

La vida se abre paso en cada fotografía de un creador que a sus 87 años posee una obra que recorre seis décadas en la historia de un mundo que virando hacia la globalización consolida fracturas sociales, injusticias y desigualdades que quedan capturadas en cada retrato. Latinoamérica es el epicentro del discurso y la mirada de un fotógrafo atravesando el tiempo.

Paolo Gasparini (1934) es el fotógrafo que mejor ha retratado las tensiones y contradicciones sociales y culturales de América Latina. Sus imágenes transmiten la compleja y dura realidad de una región revestida de una incuestionable personalidad cultural y en la que, sin embargo, pasado y tradición local se ven forzados a dialogar constantemente con la impuesta modernidad. Gasparini crea una obra con un lenguaje visual propio que manifiesta siempre una crítica a la sociedad de consumo, sobre todo hacia los mecanismos de seducción del márquetin y la publicidad.

Como italiano de nacimiento, pero venezolano de adopción, Gasparini ha tratado que su trabajo contribuya a eliminar los estereotipos y las visiones etnocéntricas que tanto han condicionado la imagen de Latinoamérica, una imagen a la que han contribuido los distintos populismos y nacionalismos que ha sufrido el continente.

Las desigualdades sociales, ídolos como el Ché, iconos del capitalismo pop como la imagen de Coca-Cola y un arduo recorrido documentado y vivido con la intensidad de una travesía por el desierto, constituyen la crónica de un viaje hacia delante por Bogotá, Caracas, La Habana, Brasilia o São Paulo con otras tomadas en ciudades de Europa y de Estados Unidos. “Para mostrar que todo se parece bastante y acabar con los clichés; mostrar que la pobreza no solo está en Latinoamérica y que no están tan claras las diferencias entre primer y segundo mundo”, explica María Willis, comisaria de la muestra, junto al fotógrafo, al que también le gusta volver a los lugares y comprobar si los cambios sociales a los que se aspiró se consiguieron. Como en el caso de Cuba, con imágenes de sus habitantes ilusionados tras la revolución de mitad de comienzos de los sesenta (que conoció de cerca después de vivir allí más de cuatro años) y que treinta años después aparecen llenos de desencanto y resignación.
Comisaria: María Wills Londoño
