En la transcripción del juicio a Juana de Arco, cuando le preguntan cómo sabía que era la voz de San Miguel la que escuchaba, contesta:
“−Porque tenía voz de ángel.
−¿Cómo sabe usted que era una voz de ángel?
−Porque tuve la voluntad de creerlo.”
Desde que leí esta última frase, me acompaña como una definición posible del teatro y también como una obsesión. ¿Qué relación hay entre voluntad y fe? ¿Qué hace que algo sea verosímil? ¿Qué papel ocupa la voluntad en la sugestión?
Después de dedicarnos a escuchar canciones para la creación de nuestra última obra, pondremos ahora nuestra atención en la creencia. Para esto, trabajaremos a partir de la película Ordet, de Dreyer, que termina con una de las escenas más bellas y de verosímil más osado que yo he visto.
En nuestra función, el menor de una familia de hermanos vascos sostiene que es Jesús de Nazaret. Sus hermanas consideran que ha enloquecido por exceso de lecturas de Kierkegaard. Como en Ordet, habrá muerte y resurrección. Y, sobre todo, el deseo de jugar con la percepción del espectador de modo que la propia función sea una puesta a prueba de su fe.
Pablo Messiez