Un joven e inadaptado aprendiz de psicópata, James (Alex Lawther), se enamora perdidamente de la rarísima Alyssa (Jessica Barden). El deseo, en la descontrolada mente adolescente de James, adopta la forma de un crimen inminente: la idea de la primera temporada era distinguir si ese deseo de sangre, la necesidad de James de matar a Alyssa, era real. Y, pese a ello, Alyssa, que lo odia todo y a todos, se fuga con él en lo que parece un extraño revival de cualquier clásico de los noventa con pareja maldita, una reconstrucción grunge del mito de Bonnie y Clyde, pero en su versión encantadora y odiosamente desubicada adolescente.
Originaria de la televisión británica, Netflix ha llevado a la pantalla esta extraña serie que triunfa en nuestro país. Son cientos los pequeños detalles que marcan el estilo con el que Covell –y Lucy Tcherniak y Jonathan Entwistle, directores de los primeros 16 capítulos–convirtiéndose en un subgénero de la comedia negra adolescente, algo así como un psycho folk postgrunge.
James es un joven de 17 años que cree ser un psicópata, porque desde niño disfruta matar animales. Sin embargo, tiene el deseo de asesinar a una persona y es allí donde entra Alyssa. Ella es una joven que acaba de llegar a la escuela y que tiene problemas en casa.
Todos estos conflictos le llevan a querer huir y James decide ir con ella con el único propósito de matarla. Las cosas cambian para los dos mientras conviven más y se enfrentan a situaciones que los ponen a prueba en varios aspectos. The End of the Fucking World ha sido elogiada por la crítica, destacando la naturaleza de la historia y la forma en la que se abordan temas como violencia, asesinato y amor adolescente. El trabajo de los protagonistas Alex Lawther y Jessica Barden también ha sido destacado en varias ocasiones. El show recibió una nominación a los premios Emmy y a los British Academy Television Awards.