David G. Torres explica que el origen del libro remite a uno de sus protagonistas, Marcel Duchamp, figura que el autor ha estudiado a fondo para sus clases de arte del siglo XX. “Hablar de él era siempre dedicar tiempo a contar la génesis del célebre urinario. Eso me acababa llevando a 1964 como el año en que realmente se presentó esta pieza. Cuando tocaba abordar el fenómeno que supuso Andy Warhol exponiendo sus cajas de detergente Brillo te dabas cuenta de que volvía a aparecer el mismo año y también la cuestión de cuál de los dos había sido primero. Mirando ya lo que dio de sí aquel año, compruebas que fue cuando ganó Robert Rauschenberg la Bienal de Venecia y que además hubo grandes novedades en el ámbito musical, se produjo el impulso del movimiento feminista, el Equipo Crónica en Valencia… Se reveló, en definitiva, como un año tremendamente interesante, de verdadera efervescencia”.
Para el autor, ese momento en el que la cultura se convierte en espectáculo tiene también algo de “pérdida de la inocencia ante lo que se creía una cultura heroica o transformadora. Es también una obra que aborda algo que nos llevó a muchos a interesarnos por el arte contemporáneo: entendimos que cultura popular, arte pop y música pop eran lo mismo. Esa confluencia está muy presente en el libro”.
Aparte de ser el año en que Marcel Duchamp decide comercializar sus ready-mades, Warhol abre la Factory en Manhattan y el pop sin complejos de Robert Rauschenberg triunfa en Venecia, es también el periodo en que Dino Gavina realiza una edición de lujo de los muebles de la Bauhaus, Pete Townshend comienza a destrozar sus guitarras tras las actuaciones de los Who, los Rolling Stones publican su primer disco, se forma la Velvet Underground o se produce el encuentro clave entre los Beatles y Bob Dylan, que por esas fechas cantaba precisamente The Times They Are a-Changin’…
Había una cultura underground fraguada en Europa y en EE.UU., con la formación de los revolucionarios Provos en Holanda y el inicio de las manifestaciones antiguerra del Vietnam en Berkeley, donde activistas feministas, antirracistas y antibelicistas empezaban a organizarse en manifestaciones de estudiantes en medio de un ambiente social y político marcado por la resaca del asesinato de Kennedy en noviembre del año anterior.
También en 1964 Umberto Eco publicaba Apocalípticos e integrados, donde afirmaba que el anhelo utópico, revolucionario y disidente de las vanguardias había quedado integrado en la sociedad del espectáculo. Según Eco, ese deseo transgresor de las vanguardias había quedado integrado en el sistema, en lo que tres años después el filósofo francés Guy Debord llamó en un libro La sociedad del espectáculo. Se abría la puerta definitivamente a la cultura como espectáculo. Un año en el que como un torbellino conviven la reedición de muebles icónicos de la Bauhaus, el inicio de las películas de 007 en las que la arquitectura es protagonista, la recuperación del ambiente dadaísta en las performances del grupo Fluxus o los inicios del Equipo Crónica con mujeres artistas como Ana Peters que resistían en el contexto del desarrollismo franquista retratado por Luis García Berlanga en El verdugo estrenada ese mismo año.
SOBRE EL AUTOR
David G. Torres es profesor de arte contemporáneo en la Universitat Autònoma de Barcelona. Autor de los ensayos No más mentiras. Sobre algunos relatos de verdad en arte (y en literatura, cine y teatro) (2019, Como ediciones) y Cielo (2017, Turner). Desde los años noventa ha ejercido de crítico de arte en múltiples revistas especializadas. Ha sido comisario de la exposición Punk. Sus rastros en arte contemporáneo, presentada en el MACBA de Barcelona y el CA2M de Madrid, y ha desarrollado proyectos de exposiciones en la Fundació Mirò de Barcelona, Bloomberg-Space de Londres o la Bienal de Venecia. Además es coautor con Marc Caellas de los proyectos escénicos Cielo TV y Suicide Notes.
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