Abdelá Taia (Salé, 1973).
Escritor marroquí en lengua francesa. Tras cursar estudios de literatura en la Universidad Mohamed V de Rabat, se establece en 1998 en París donde comienza su carrera literaria. Hasta el momento ha publicado, entre otros textos, nueve novelas: Mi Marruecos (2000), Le Rouge du tarbouche (2004), El Ejército de Salvación (2006), Una melancolía árabe (2008), El día del rey (2010), Infieles (2012), Un país para morir (2015), El que es digno de ser amado (2017) y La vida lenta (2019). Siempre atento a la actualidad política marroquí y del mundo árabe, colabora habitualmente en la prensa francesa e internacional con artículos de opinión. En 2012 dirige su primer largometraje, El Ejército de Salvación, basado en su novela homónima.
un país para morir. Abdelá Taia .
París, verano de 2010.
Zahira, una prostituta al final de su carrera, es una mujer generosa a pesar de las humillaciones y la miseria. Su amigo Aziz, a punto de cambiar de sexo, duda si hacerlo o no. Mojtaba, un revolucionario iraní homosexual que ha huido de su país, se cruza en su camino y ella lo acoge en su casa durante el mes de ramadán. Allal, su primer amor, va a dejar Marruecos para ir a su encuentro.
A través de fragmentos de vida que se entrechocan violentamente, Un país para morir sigue a esos inmigrantes, soñadores e invisibles, en su último combate. Destinos desesperados en el corazón de un mundo poscolonial donde encontrar un lugar propio, una segunda oportunidad, resulta imposible.
“Comprendo que las miserias que viví con mi familia por ser gay, no las causaron ellos sino las leyes. Después de todo, ellos también tienen problemas, injusticias que viven, pero en el fondo hay algo feliz que nos une, a pesar de todo”. Relata Abdelá sobre cómo arreglárselas y vivir, siendo gay en el Marruecos de la Hshuma [vergüenza], o un marroquí en la Francia de la islamofobia.
“Esa palabra la escuchamos todo el tiempo, Hshuma!, no hagas esto, no hagas lo otro, eso no se hace. Necesitamos mucho tiempo para comprender que, en el fondo, detrás de esa palabra está la decisión política de la gente que gobierna Marruecos, el poder, la clase adinerada, quienes diseñan la educación, los que poseen económicamente Marruecos —va todo unido—, quienes utilizan la religión para decirnos al pueblo, a los pobres, que nuestras vidas son la Hshuma. Usan ese concepto que ya existe entre nosotros, no sé si por razones tradicionales o religiosas, pero yo lo pensaría más en términos políticos: se trata siempre de recordarnos que debemos ser buenos musulmanes, buenos árabes, buenos marroquíes, nos programan todo el tiempo, para mantenernos en una sumisión, yo diría en principio, política. Porque lo político siempre se basa en la religión, en la versión que mejor le venga al poder. Nos impide ver —en un espacio u otro, religioso, tradicional…— los caminos que nos pueden ayudar a liberarnos sin dejar de ser musulmanes, por ejemplo.” explica el escritor, poniendo de manifiesto y denunciando la situación que cientos de marroquíes sufren en su día a día.