Carlos Bunga plantea un dialogo lleno de dualidades conceptuales: efímero y permanente, tiempo y lugar, obra de arte y experiencia personal, un conjunto de contrapuntos en los que destaca la naturaleza efímera de las construcciones del artista, arquitecturas nómadas, de materiales precarios en las que el artista pone el foco.
Carlos Bunga (Oporto, 1976) inicia su carrera vinculado a la pintura, aunque pronto expande sus intereses hacia experimentaciones con la tridimensionalidad que le permiten explorar las interrelaciones entre los cuerpos y los espacios. Buena parte de su obra impugna la concepción de la arquitectura como lenguaje del poder, cuestionando inercias arraigadas como orden, solidez o eternidad. Bunga prescinde voluntariamente de la grandilocuencia de los materiales tradicionales y apuesta, en cambio, por la precariedad de unas estructuras compuestas tan solo por planchas de cartón y cinta adhesiva.
Sus instalaciones —que con frecuencia se antojan maquetas fuera de escala— apelan a la multiplicidad de posibilidades de una arquitectura en plena potencia. Suelos, techos, paredes y pilares provisionales introducen la temporalidad en las formas constructivas, pues en el montaje de la instalación ya viene implícito su propio desmontaje. La documentación gráfica del proceso resulta la única “ruina”, el único recuerdo, de una arquitectura que alguna vez existió. Modos de hacer, y de deshacer, que subrayan tanto la mutabilidad constante del proceso artístico como el carácter performativo de su interacción social.
Como construcciones efímeras, sujetas a la circunstancialidad de tiempo y de lugar, las intervenciones de Carlos Bunga tienen, además, la capacidad de deconstruir los espacios en los que se insertan coyunturalmente para resignificarlos. Así ocurrió, por ejemplo, con los compartimentos que adosó en el Palacio de Congresos Kursaal de San Sebastián para Manifesta 5 (2004), con la instalación en el patio central de la Pinacoteca do Estado de Sao Paulo (2012), con las naves que dispuso en La Capella del Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA, 2015), o con el laberinto que articuló en el Museum of Contemporary Art Detroit (MOCAD, 2018). Edificio dentro del edificio, continente a la vez que contenido, Bunga redimensiona la experiencia de un espectador que no solo contempla la obra, sino que, al hacerlo, también se integra con ella y la transforma.
Este proyecto para el Palacio de Cristal es una continuación de dichas investigaciones previas con las que incorpora nuevas capas de lectura a una ubicación ya de por sí connotada. Los ciclos de la naturaleza que circundan el Palacio, así como el contexto en el que fue originariamente construido el edificio constituyen algunas de las claves para su nueva instalación, que engarza la dialéctica entre el adentro y el afuera de los discursos.
Carlos Bunga: Contra la extravagancia del deseo.