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La Costa de Kenia: Un safari hacia la calma.

Si algún lugar de África nos inspira vida salvaje y safaris, es Kenia. Cuando pensamos en este país, imaginamos sabanas, leones cazando, elefantes..., y no pensamos en sus más de quinientos kilómetros de costa. Recorrámoslos juntos. Por José M. Diéguez Millán.

LA COSTA DE KENIA: UN SAFARI HACIA LA CALMA. VIAJES SIN RETORNO, por josé diéguez millán.

Llego a Mombasa en «El Tren Lunático», apodado así por los que consideraron su construcción un malgasto, una locura. Tras más de cien años, este ferrocarril continúa operativo. Sus obras sufrieron contratiempos, incluida la muerte de treinta trabajadores, presa de los leones. 

En Mombasa, ubicada sobre una isla en el centro de un estuario que se abre al océano Índico cuyos edificios coloniales azules y blancos dan un aspecto pintoresco a sus calles, la brisa marina alivia mi calor mientras camino. Descubro el romántico fuerte defensivo portugués de Jesús. Recorro las callejuelas del barrio luso admirando sus coloridos miradores adornados con celosías. Encuentro mezquitas, iglesias y templos hindúes. Los pescadores cosen tranquilos sus redes en la lonja mientras el bullicio reina en el vecino mercado de abastos decorado con murales pintados en sus paredes. En el extremo oriental de la isla está el faro alrededor del que las familias hacen barbacoas los fines de semana.

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Descarto ir hasta Lemu, cerca de Etiopía. Mi presupuesto no me permite volar y el autobús puede tardar mucho en llegar. Según me dicen, es un bello lugar repleto de islas. Si vais, enviadme fotos.

Me decanto por Kilifi. Aquí desemboca un río dejando atrás su laberíntico trayecto. No hay edificaciones en sus orillas y una exuberante vegetación delimita las blanquecinas arenas de las playas que escoltan sus aguas hasta el mar. Desde un puente observo nadar a los lugareños y contemplo la trayectoria de alguna embarcación. El poblado está compuesto por un grupo de chozas de adobe circulares con tejados cónicos confeccionados con ramas secas. Dormir aquí es un privilegio.

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Voy a Watamu, cerca de Melendi donde también hay una inmensa playa para explorar su parque nacional marino. Una barca de llamativo color me acerca al arrecife. Corales blandos y enormes peces salen a mi encuentro mientras paseo a nado por este bello rincón del mar.

Satisfecho, regreso al sur. En Nyali, el destino más turístico del litoral keniano, hay discotecas, bares y clubes desde los que se contemplan hermosas puestas de sol y se escucha la animada música africana que los lugareños bailan con su ritmo congénito

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Atravieso Mombasa y tomo un transbordador que me deja en Shelly Beach. Duly, un simpático anfitrión, me aloja en una habitación a escasos pasos del mar. Encendemos una hoguera, asamos pescado, bebemos agua de coco… Al día siguiente, caminamos hasta llegar a una cascada donde nos bañamos a solas. Según me dice Duly, este es un lugar sagrado cuya agua procede del Kilimanjaro.

Llego a Diani donde mi huésped es un joven experto en coctelería. Exploramos un bosque sagrado en el que es obligatorio envolverse de cintura hacia abajo en un pareo negro como protección frente a los malos espíritus. Aún siguen celebrándose aquí rituales que incluyen sacrificios de animales. Abrazamos el tronco de un enorme árbol a modo de ritual de intercambio de energías con ese ser viviente vegetal.

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Continúo hasta Shimoni y buceo en su reserva marina, alrededor de unas islas ubicadas no lejos del continente. Me alojo en una tienda de campaña junto al mar. Exploro unas cuevas en las que los esclavos permanecían hacinados hasta que eran embarcados con destino a los mercados y veo las cadenas que sujetaron a los desdichados mientras eran azotados. Cerca de aquí hay otras tres grutas, las Tres Hermanas, habitadas por un millón de murciélagos.

A la mañana siguiente preparo mi equipaje y camino hasta el centro del pueblo. Pasa un joven en su motocicleta que aminora para saludarme:

Buenos días.

Buen día respondo. ¿Me llevas a Tanzania?

¡Vamos! Y coloca mi mochila entre él y el manillar.

Y me monto en la parte trasera.

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José M. Diéguez Millán es autor del libro «ESTE»

Facebook: José Diéguez Millán

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6 comentarios en “La Costa de Kenia: Un safari hacia la calma.”

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