Hay lugares sobre los que no puedo hablar de forma objetiva. Quienes seáis del oficio sabéis bien a qué me refiero; empezar hablando de su universo (decoración, etc), seguir con la descripción de su vibrante ambiente, la música que suena; envolvente y que anticipa la llegada de un tiempo mejor –pues Matilda Social Club es objetivamente inspirador-, la iluminación envolvente –también- que impregna de calidez este sorprendente lugar que un discreto portal de la Calle Barco aloja, allá, en el Triball (ese experimento urbanístico gentrificante y que intentó importar el cool y la bohemia a una zona de Malasaña invisibilizada, y que contra todo pronóstico logró). Hoy, lo que ayer fue el Triball, es la auténtica Malasaña. La MalasañaBaja.
Rezuma identidad; es electrizante y la vida palpita en cada esquina. Y si miras sus cielos adviertes la vida real, la ficción y el celeste que revienta la cúpula de un barrio en constante transformación. Y tras describir el entorno, seguiría por su cocina; sus ofertas y menús especiales, su famoso brunch, sus tartas caseras, sus cocteles, su selección de vinos y licores. Luego hablaría de sus posibilidades; es un café, es un restaurante, es un afterworks, es el lugar donde ajustar cuentas con el pasado, con el que soñar, olvidar, volver a vivir, comer, beber y, atención: echarse las cartas, porque en Matilda Social Club echan el tarot.
Pero no puedo. No puedo hablar en estos términos de un lugar que tanto significa para mí. Yo no puedo tirar de oficio para escribir esto. Algo me impide ejercer de redactor y ser mínimamente profesional. Al pensar en este lugar pienso en el verano en el que lo descubrí. Un relato aparte, pero super conectado a todo lo que yo ahora siento y me corre por el cuerpo cuando conecto con esos momentos. Imposible hablar de Matilda Social Club y no hablar de Belén. Sus ojos azules, su sonrisa ancha (me vino Amanda a la cabeza), y una mirada que te da la bienvenida a un universo en el que una parte de ti querrá quedarse para siempre, vivirá en ti. Y esa parte de ti se empadronará en ese mundo arrebatador, electrizante, inquietante, divertido y que invita a vivir (gracias publicistas de Martini).