Esta edición definitiva, editada con motivo del 25 aniversario de su primera publicación, incorpora una extensa y documentada introducción de Oliver Harris en la que se repasan las complejas circunstancias personales en las que la obra fue escrita y que marcarían la vida y la posterior trayectoria literaria de Burroughs. Y se incluye también, a modo de epílogo, el texto que el propio autor escribió como prólogo para la edición de 1985.
Queer está ambientada en un inmenso suburbio, que Burroughs definiría más tarde como la «Interzona», y que abarca desde la Ciudad de México, capital mundial del delito, hasta Panamá. Un álter ego del escritor, Lee, teje su tela amorosa en torno a Allerton, un joven ambiguo, indiferente como un animal. Deambula por locales cada vez más sórdidos, en los que pulula una fauna en estado de descomposición, y en esas excursiones, como un pícaro alienado, nos regala astillas radiactivas de su negrísimo humor. Para resolver sus obsesiones mortíferas y sexuales, Lee parte con su amigo a la búsqueda de la ayahuasca, droga absoluta capaz de otorgar el control total sobre los cerebros, y por eso mismo codiciada por Rusia y Estados Unidos… y por todo adicto. Dispuesto a abismarse en todos los peligros, como un santo o un criminal con orden de búsqueda y captura, Lee no tiene nada que perder. En esta novela aflora por primera vez ese paisaje alucinado que hoy todo lector reconoce como el mundo particular de William S. Burroughs.
William Burroughs. El dramaturgo “zumbao” que asesinó a su mujer.
Por Abdellatif Bouziane/ tangerexpress
William Seward Burroughs escritor estadounidense y artista experimental, nació en 1914 en Saint Louis (Missouri) y terminó sus estudios en la Universidad de Harvard en 1936. Después de residir en varios lugares del mundo, depresivo, buscando drogas nuevas y experimentando con sustancias nuevas, murió el 2 de agosto de 1997 a causa de un ataque cardíaco. En 1954 se establece en Tánger, refugiado a causa de sus problemas con la justicia estadounidense, y allí residirá hasta 1958. Estos años serán los más duros y dramáticos en su dilatada vida, como consecuencia de su creciente adicción a las drogas y estupefacientes, llegando a ganarse el apodo de “el hombre invisible”, por su aspecto débil y exonerado. La carrera como escritor de William Burroughs quedará marcada, al igual que su destino, por el fallecimiento de su mujer mientras él, en estado ebrio, practicaba el tiro al blanco. Un suceso “fortuito” con muy mala espina. En fin, que añadiendo el horror que provoca la imagen de este hecho a su pervertida historia, la obra literaria de este súbdito siempre ha levantado un exagerado interés entre cualquier muchedumbre y en casi todos los medios de comunicación. Ha sido una literatura manchada con sangre. Nunca, y tristemente, han faltado los que salen en defensa de la honorabilidad de aquel genuino hombre de letras, aún sabiendo que había perpetrado un crimen.
Para empezar, este sujeto, no necesita defensores. El emblemático escritor de la generación “Beat”, cuando vivía en México D.C., en los años cincuenta, concretamente en el año 1951, mató a su mujer de un disparo en la cabeza, por accidente. Su imagen fue toda la vida muy ensombrecida por su abuso de las drogas, del alcohol y por sus salidas de tono. ¡Vaya panorama y valla escultura de personaje! Declaraba que se trataba de un juego – parecido al de la manzana sobre la cabeza, practicado en la Edad media-. Me imagino al zumbado de William Burroughs, sentado en una silla, con una pistola en la mano y observando fijamente al cadáver de su mujer, rodeado de un charco de sangre, como si fuera un animal sacrificado. Debía ser un extraño tributo, una víctima de un apuesta, obligada a punta de pistola, en un estado de avanzada embriaguez y en un acto para comprobar quien puede más. El juego acabó mal. En su declaración afirmó que fue una muerte accidental. Algunos forenses avalaron su versión y, pocos días más tarde, aprovechó la benevolencia de la justicia mejicana para largarse, gracias a su “respetable” ciudadanía estadounidense y a la total y absoluta corrupción mejicana. Así fue como eludió el proceso penal. ¡Maldito pájaro! Según la sentencia de la justicia mejicana, y gracias al chanchullo de un corrupto abogado, “el rey del soborno” fue declarado inocente, en base a la ley de la bala perdida. Burroughs jamás se libro de su culpabilidad, y perturbado llegó a comentar que aquel maldito balazo se volvió y se apoderó de él.
Algunos lo calificaron de genio incomprendido, de escritor loco, creativo e improvisador, de enfermo mental inventado, de melancólico alterado, de escritor bohemio y descarado, de escritor de situaciones imposibles pero creíbles, de transgresor, de escritor surrealista y urbano, de escritor del mundo marginal, de escritor de monólogos dialécticos y de poemas, de escritor de la generación “Beat” , de escritor de culto y de meditación, de escritor para músicos, de escritor inmoral y distante del romanticismo, de escritor del morbo, de escritor de homosexuales, de escritor mutante, de escritor de la morfina, de escritor adicto y de escándalo, de escritor de argumentos fragmentados y agitados, de escritor de ambientes raros y de transiciones extremas sin justificar, de escritor incoherente, de escritor viajero y autobiográfico, de escritor chiflado, variopinto y prestigiador lingüístico, de escritor rebelde…En fin, el mérito de William Burroughs se engrandeció, singularmente, con su capacidad de introducir sus palabras en todas las tendencias capaces de arrollar a cualquier personalidad, incluso en la ficción y la cibernética.
En definitiva, al final de su vida, el escritor maldito se convirtió en una especie de icono mediático, cultural e internauta con más presencia que cuando estaba vivo. Afortunadamente, hoy en día, años después de su muerte, sigue ocupando el mismo lugar de ambigüedad literaria y de viajero rebelde, pero sobre todo de culpabilidad por asesinar a su mujer y no haberse hecho justicia. Seguro que el tiempo le seguirá dando la razón, pero no fue una bala perdida.
1 comentario en “Queer, obra beatnik y definitiva de William Burrougs cumple 25 años desde su edición definitiva y 70 desde que la escribiera.”
Pretender resumir la incidencia y calidad literarias de Burroughs en el sórdido y presunto homicidio de su mujer, calificándolo, además, de escritor exageradamente ensalzado, con una literatura: “manchada en sangre”, de “pervertida historia”, o escritor de mérito engrandecido… sería hilarante, de no ser cierto. Esta semblanza y poco más, sobre W. Burroughs, muy deficiente.