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el niño pan

Cabaret Voltaire celebra el 40 aniversario de El niño pan de Agustín Gómez Arcos, con su reedición.

El niño pan aborda los días que siguen a la victoria franquista en un pueblo de Andalucía. Para los vencidos, la paz es sinónimo de venganza, humillación y sumisión. Un niño participa de la desgracia de su familia. Roído por el hambre, mira el mundo a su altura, con la fragilidad de todos los niños. Pero el tiempo que le ha tocado vivir le ha endurecido prematuramente, ya es un adulto el que nos cuenta esta historia negra de los hombres
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«Cada nueva novela se recibía con un viejo ritual: la visita del chófer del presidente de la República al domicilio del escritor para recoger un libro dedicado. François Mitterrand admiraba a aquel autor español que escribía en francés: Agustín Gómez Arcos, que triunfó en su voluntario exilio en Francia y fracasó en España, arrinconado en la esquina de los malditos»

Tereixa Costenla/El País

 

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El autor de El niño pan, Agustín Gómez Arcos, nace en Enix, Almería, el seno de una familia republicana. A los veinte años, tras finalizar el bachillerato en Almería, se desplaza a Barcelona para estudiar derecho, pero pronto descubre que su vocación es la literatura, y su auténtica pasión, el teatro. A mediados de los años cincuenta se traslada a Madrid, donde trabaja como actor, director de teatro y traductor. Su labor como dramaturgo se ve premiada en dos ocasiones con el Premio Lope de Vega, pero la censura prohíbe la representación de sus obras. Acosado por la dictadura, decide exiliarse: primero en Londres, y, a partir de 1968, en París, donde publica catorce novelas en francés, obtiene numerosos premios literarios finalista del Premio Goncourt en dos ocasiones con Escena de caza (furtiva) y Un jaro quemado_vivo y es condecorado con la Orden de las Artes y las Letras de Francia, con grado de caballero (1985) y oficial (1995). Su obra forma parte del programa educativo de los liceos franceses. Está enterrado en el cementerio de Montmartre

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Urbanbeat Julio 2024
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Angélica Liddell, los demonios de su acto creativo y sus cuentos atados a la pata de un lobo

Hay escritores que bajan a los infiernos y vuelven con una flor marchita entre los dientes. Otros, como Angélica Liddell, deciden quedarse allí, a medio camino entre el vómito y la oración. “Cuentos atados a la pata de un lobo” (Malas Tierras Editorial, 2025) es precisamente eso: una colección de relatos que no buscan conmover, sino desgarrar. Cada página exuda una belleza pestilente, una violencia que se convierte en liturgia. Escribir desde el límite —ese parece ser el único verbo posible en su mundo— y convertir el dolor en una forma de conocimiento.

Remedios Zafra gana el Premio Nacional de Ensayo 2025 y denuncia la burocracia que asfixia el pensamiento

Remedios Zafra ha ganado el Premio Nacional de Ensayo 2025 por su libro “El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática” (Anagrama), una obra que funciona como radiografía y elegía del pensamiento contemporáneo sometido al látigo invisible de la administración. El jurado destacó su lucidez para denunciar la “violencia burocrática” y la “deshumanización tecnológica” que asfixian la creatividad. Pero más allá de los reconocimientos, “El informe” es un acto de resistencia, un testamento íntimo frente a la colonización del tiempo y del deseo por parte de los mecanismos institucionales sumidos en un zarandeo tecnoliberal.

Inteligencia artificial y plagio disfrazado: la sombra invisible sobre la creación literaria

La irrupción de la inteligencia artificial en la creación de contenidos narrativos antiguamente solo hechos por humanos ha abierto una puerta maldita que parecía reservada a la imaginación más retorcida: textos que emergen de algoritmos capaces de imitar estilos, construir argumentos y hasta sugerir emociones sin despeinarse, sin tener en cuenta la labor de un escritor paciente que usa la artesanía del lenguaje para desarrollar historias con estilo propio y ajenas al plagio parasitario. Sin embargo, detrás de esta fascinación tecnológica se esconde un debate urgente y polémico: ¿Hasta qué punto se puede vender como propio un contenido generado por máquinas? Y más aún, ¿Qué implica esto para la ética editorial, la propiedad intelectual y la confianza del lector?

La literatura como cóctel de bienvenida: sátira sobre el Premio Planeta 2025

Juan del Val, tertuliano de verbo afilado y ego tan bien peinado como su melancolía, ha ganado el Premio Planeta 2025 con “Vera, una historia de amor”. Un título que podría ser el nombre de una serie de sobremesa o de un perfume de supermercado, pero que, paradójicamente, se viste de gloria literaria en una gala donde el talento suele tener guion y patrocinador. “No pretendo dar ningún mensaje, solo entretener”, ha declarado el autor, y ahí, quizá sin saberlo, ha resumido el espíritu de nuestra época: la de una cultura sin conflicto, sin hambre y sin gramática moral, que aplaude a quien no pretende decir nada con tal de que “entretenga” con aplomo. La portada del libro aún no está disponible. Dudo que el jurado se haya leído las 1.320 novelas presentadas, más que nada porque es muy probable que tenían claro, de antemano, al ganador.

“Punto y coma, etcétera”: la respiración secreta del idioma

En un mundo que corre sin pausas, donde la prisa ha desterrado al silencio y las palabras parecen competir con la velocidad de la luz, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han decidido detener el reloj. Lo han hecho con un gesto aparentemente mínimo —un signo, una pausa, un paréntesis— que en realidad guarda la respiración misma del pensamiento. “Punto y coma, etcétera” es el nombre de esa tregua: una obra coral, precisa y luminosa que busca reconciliarnos con la puntuación, esa coreografía invisible que sostiene la música de nuestra lengua. Habla de cómo los signos se adaptan a los correos electrónicos, a los hipervínculos, a las direcciones electrónicas y a los mensajes instantáneos, e incluso detalla el uso de la coma y los dos puntos en los saludos y despedidas digitales.

La paradoja luminosa del Premio Planeta: cuando la literatura se mira en el espejo de Atresmedia de la mano de Juan de Val

En el otoño perpetuo de los premios literarios, donde el oropel del marketing se confunde con la vocación del arte, el Premio Planeta se alza cada año como un ritual de poder y prestigio. No es solo un reconocimiento editorial, sino un espectáculo mediático con luces de plató, una liturgia que ha sabido adaptar el aura de la literatura al ritmo de las cámaras. Pero en los últimos años, algo más que el talento ha captado la atención del público: la sorprendente coincidencia de que los dos últimos ganadores —Sonsoles Ónega en 2023 y Juan del Val en 2025— compartan un mismo hogar televisivo, Atresmedia. Una ironía que resuena como eco de familia: el canal donde ambos trabajan pertenece, al igual que la editorial que otorga el galardón, al vasto conglomerado del Grupo Planeta. El dato, fidedigno y constatable, ha encendido murmullos en el mundo literario. Algunos lo han interpretado como una mera casualidad; otros, como la confirmación de una tendencia: la de que la literatura, en tiempos de audiencias y tendencias virales, se premie también por su capacidad de resonar en la pantalla. Lo cierto es que el escenario de los premios se ha convertido en un territorio donde las fronteras entre autor, celebridad y producto se desdibujan.

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El murmullo del planeta: cuando Akomfrah convierte la historia en un diluvio de memoria

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