Marina Otero es una bailarina y coreógrafa argentina afincada en Madrid que se ha convertido en uno de los referentes más importantes de la cultura latinoamericana en Europa. Sus obras no dejan indiferente al público porque parten de la provocación inteligente y la pasión sin fisuras. “Lo que nos pasa a nivel inconsciente muchas veces se hace evidente en una enfermedad. Trabajo en esto para que además de esos traslados comunes como las enfermedades que en definitiva son formas de purgar, puedan también transformarse en obras”, afirma Otero en exclusiva para Urban Beat en vísperas del estreno de su nuevo espectáculo Kill Me el próximo 18 de junio en los Teatros del Canal.
Por Juan Carlos Trinchet
¿Cómo surgió tu pasión por el mundo de la danza?
Mi madre hacía danza. Como no tenía con quien dejarme, desde bebé me llevaba a sus clases y me quedaba mirando. A los 4 años mientras que ella hacía su clase yo tomaba la mía que era para niñas. Al tiempo mi madre empezó a dar clases de danza en mi casa. En ese momento empecé con ella, pero la volvía loca, porque me ponía celosa de las otras niñas y me rebelaba todo el tiempo.
Entonces volví al estudio de danza donde iba de más pequeña y seguí tomando clases de lo que había (danza jazz, español y clásico). Cuando fui más grande conocí la danza contemporánea y ahí ya se me abrió otro camino. Nunca dejé el movimiento (excepto el año de la lesión de la espalda).
En los próximos días estrenas Kill me que es la continuación de Love me (2022) y Fuck me (2020), a su vez es parte del proyecto “Recordar para vivir” en los Teatros del Canal de Madrid, ¿Cómo fue el proceso de gestación de dicha obra?
El proyecto “Recordar para vivir” se basa en hacer diferentes versiones de obras hasta el día de mi muerte. Uso mi cuerpo como objeto de investigación y voy desarrollando diferentes bocetos de obras a partir de los propios “yoes” que van mutando a través del paso del tiempo. Si bien los temas son muy22 personales y el punto de partida es mi cuerpo y mi biografía, los temas que trato en cada obra son temas universales. Partir de lo propio para ir hacia otrx. El proyecto nace en el 2012 con mi primera obra Andrea. Luego en el 2015 estreno la obra Recordar 30 años para vivir 65 minutos. Y le siguen: Fuck me (2020), Love me (2022) y Kill me (2024). El proceso de gestación de Kill me fue en una primera etapa en soledad. Escribía y me filmaba en situaciones intimas de mi vida real. Luego decidí convocar a las interpretes para pasar a una segunda etapa de creación junto a ellas.
¿Cómo ha sido el trabajo con el equipo que vertebra Kill me?
En todos mis procesos trabajo de un modo muy intuitivo. Elijo trabajar con las personas y materiales que siento que tienen que estar. Conocí a Tomás Pozzi (el actor que representa a Nijinsky) en un taller que coordiné en Madrid, y el día que lo conocí supe que quería trabajar con él, ya que me impactó durante una improvisación que les propuse. Con respecto a las 3 bailarinas y la cantante que están también en escena: Ana Cotoré, Josefina Gorostiza, Natalia López Godoy y Myriam Henne-Adda, a algunas ya las conocía y a otras las descubrí en una audición que hice en la que convoqué a bailarinas que tuvieran alguna relación con los trastornos de personalidad. Me quedé impresionada con ellas y por suerte quisieron trabajar conmigo. Además trabajo con un gran equipo que me acompaña hace años. Lucrecia Pierpaoli es asistente de dirección y viene trabajando desde el 2013 con la obra: Recordar 30 años para vivir 65 minutos. Con Martin flores cárdenas (dramaturgista) y Mariano de Mendonça (productor) venimos trabajando desde el 2019 con el proceso de creación de Fuck me. El trabajo junto a todo este equipo ha sido muy revelador y gratificante.
Tu obra se sumerge en un proceso artístico que pone el foco en tu cuerpo y tu vida como objetos de investigación; hay una línea difusa entre realidad y ficción en tus creaciones; la música, la danza, la luz escénica e incluso el performance provocador están presentes en tus propuestas multidisciplinares ¿Cómo se interrelacionan todos estos elementos a la hora de inspirarte y crear?
Para mí los materiales surgen siempre desde el cuerpo: las ideas, las palabras, las acciones, el movimiento, el miedo, el temblor, las imágenes, los colores, la música, la temperatura, las texturas, las emociones, los olores, todo…No me suelen venir ideas si no es a través del cuerpo, tampoco puedo escribir si no escucho lo que siento, percibo e intuyo: “Si no canto lo que siento me voy a morir por dentro” escribió el compositor argentino Luis Alberto Spinetta. A veces creo que comienza todo en algún órgano del cuerpo y luego se traslada, a veces es sutil y otras más evidente. Lo que nos pasa a nivel inconsciente muchas veces se hace evidente en una enfermedad. Trabajo en esto para que además de esos traslados comunes como las enfermedades que en definitiva son formas de purgar, puedan también transformarse en obras. En general al principio trabajo desde la intuición y la escucha, así armo los gérmenes que son las ideas, los primeros textos, las imágenes, los primeros movimientos. Y en una segunda etapa más fría (por decirlo de alguna manera) me voy editando, preguntando, segmentando, abriendo y profundizando. Le pongo el pensamiento a eso que fue más catártico e inconsciente ya sea del texto o el movimiento. Para mí no hay diferencia entre escribir un texto y hacer una coreografía, es el mismo procedimiento. Por otro lado, me gusta mucho bordear los límites entre la realidad y la ficción. Confundirme entre la vida y las obras, perderme en esas zonas y volver a encontrarme como una desconocida en cada ficción. Desconocerme es el trabajo diario.
¿Cuáles son tus referentes en la historia del arte que más han influido en tu carrera artística?
Muchísimos, pero mis referentes más importantes podrían decir que son: Jean- Luc Godard, Angelica Liddell, Antonin Artaud y Atahualpa Yupanqui.
El dolor, la violencia y el deseo están coreografiados en tus obras de manera magistral en el marco de la investigación escénica de la locura y la pérdida, ¿Puede el arte salvarnos de la locura?
“Art Is a Guaranty of Sanity” dice Louise Bourgeois. No sé si el arte puede salvarnos de la locura, pero podemos canalizar esa locura a través del arte. Para materializar una obra de arte hay que insistir, insistir y creer en eso que todavía no tiene forma. Para sostener la insistencia en el tiempo hay que tener disciplina y al mismo tiempo adaptarse a los zigzagueos de la creación. Todo eso es muy complejo y para lograrlo hay que saber llevar la locura. La relación con las personas y la obra es lo que te obliga a trabajar para llevar “bien” esa locura. Es necesaria la soledad para crear, pero para materializar la obra es necesario un equipo. La obra te obliga a relacionarte.
En 2012 estrenaste tu primer montaje teatral, Andrea, y tu evolución como artista ha sido meteórica, ¿Qué balance haces de todos estos años de creación artística?
Lo que se me viene y se repite desde hace años en todos los procesos es la pregunta ¿por qué hago esto? Y siempre a esa pregunta la respondo con acción, me pongo a hacer cosas… En todos estos años lo que sentí por este trabajo sobre todo es deseo y amor. Trabajo diariamente para sostener el deseo y el amor por esto que hago. No sabría cómo vivir si no hiciera lo que hago. Ese podría ser el balance.
¿Cuántas Marinas cohabitan dentro de tu mundo creativo?
No sé, pero son varias, y las voy descubriendo en cada proceso de creación. Hasta ahora creo que van seis Marinas.
¿Con qué sueña Marina Otero?, y, ¿Cuáles son sus sueños rotos?
¿Cuál de todas las marinas? Je je je. Sueño con poder seguir haciendo lo que hago, pero a la vez sorprenderme. Me encantaría poder descubrir otras formas de hacer teatro. También me gustaría hacer cine. Mi único sueño roto está relacionado con el amor de pareja. Siempre soñé con el amor y siempre me rompieron el corazón, o yo lo rompí. Mis obras son amores no correspondidos.
¿Qué nuevos proyectos tienes en mente para este 2024? Ninguno (por ahora).