Habitado por Mohamed Choukri. Por Mostafa Akalay Nasser.
No resisto, tengo que ponerme a escribir sobre mis escarmientos, es una decisión que llevo barajando desde años y que muchos conocidos me reprochan porque ven en mí un narrador a la vieja usanza como los últimos cuenta cuentos de la plaza Jemaa El Fna de Marraquech que defendió con ahínco el disconforme y difunto Juan Goytisolo hasta la saciedad para que sea declarada por la Unesco patrimonio inmaterial y que los juglares tengan una renta mínima de inserción para seguir cultivando la narrativa oral y no acaben desahuciados.
Juan Goytisolo, autor y hombre rebelde que por su enfrentamiento con la censura franquista se exilió en Paris desde 1957. En la década de los ochenta fijó su residencia en la ciudad imperial de Marraquech. Desde esta exótica atalaya se erigió en estudioso de la tradición oriental y de la cultura árabe, en luchador incansable por el diálogo entre los pueblos de ambas orillas del Mediterráneo y por el conocimiento de una parte de nuestra historia manipulada, falsificada por el proceso “civilizatorio” de unidad nacional hispano-católica emprendido en la península ibérica a partir del siglo XV.
El destierro voluntario de Juan Goytisolo se transmuta en una forma de ser y en una desmitificación del lugar de nacimiento como elemento sustentador de una determinada identidad española: «Soy castellano en Cataluña, afrancesado en España, español en Francia, latino en Norteamérica, nasrani o nazareno (cristiano en árabe) en Marruecos y moro en todas partes…”
La extensa obra de Goytisolo despierta sentimientos encontrados en todo lector interesado por lo español, en su pasado histórico y en su presente. Ensayista prolífico desde un exilio que le proporciona distancia para el análisis crítico y reflexivo, pertenece a esa categoría de autores que se esfuerzan por dar sentido a un pasado oculto y en ser la voz del otro (El morisco, el inmigrante), de los desterrados (Blanco White, Américo Castro) y de los olvidados por la historia oficial. Un autor que llama la atención sobre lo propio y lo ajeno, sorteando el discurso de lo correcto, y buscando una mayor profundización a través del carácter reivindicativo de sus escritos y ensayos: “La única moral del escritor, frente a lo que no cabe recurso alguno, será devolver a la comunidad literaria- lingüística a la que pertenece una escritura nueva y muy personal, distinta en todo caso a la que recibió de ella en el momento de emprender su tarea.”
He acumulado hasta ahora un caudal enorme de información, de lecturas que me permiten tejer una historia, una especie de hibridación de ensayo-ficción, una reflexión literaria, plasmar todo lo que he asimilado hasta ahora, es una operación muy osada ya que soy poco versado en retórica y me embarga la oralidad, la escritura es dolor, desmembrarse el alma para que mane lo más oculto y la hoja en blanco sienta y encarne esa angustia desgarradora; Soy el enano de mí mismo. En el fondo de mi pensamiento hay solo palabras decía el maldito Choukri en su autobiografía novelada: Tiempo de errores.
A los principios de los años noventa tuve la gran satisfacción de traducir al castellano un capítulo de su obra Tiempo de errores, y acompañarlo en sus conferencias impartidas en Granada, Motril, y Almería, tanto como ponente o declamador de su prosa. También colaboré con Choukri en las revisiones y pruebas de sus textos. Corría el mítico año de 1992, el año de los fastos de Barcelona y Sevilla.
Tiempo de errores, ilustra y da testimonio de ese balanceo vital y social, una existencia de resaca permanente ahogada en coñac barato o de garrafón, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestigua el siguiente párrafo del libro citado arriba, pleno en humor cruel y furia etílica, y donde el Bokouvsky rifeño Choukri nacido en Ait Chichar no lejos de Mrich (Melilla) aldea de Guelaya (los Alcalá) iqaleyeen en tarifit, despliega sus mejores artes de prosista despiadado:
“Soñamos un poco más, más allá del sueño, ¡oh espulga –buey, pez –piloto, pájaro- mosca, oh presidiario que rema, amarrado a su banco y golpeado hasta hacerle sangre. Hoy caerá a tiros antes de ver su sombra plasmada en el sol naciente, antes de convertirse en un espectro errante de la noche. No se espera a nadie después del último rezagado; Si soy aquel, ella tiene la culpa, la amarga y cruda vivencia. ¿Quién me mostrará el camino de la cordura para enfrentarme a tan difícil prueba?
Mis compañeros de viaje se han hundido en la locura o presos del delirio, deambulan sin rumbo por la ciudad; otros en busca de un paraíso de paso o de un mundo mejor, han tomado el camino del exilio. Su viaje empezó mucho antes, creo haber visto algunos tomarse el último trago y perderse definitivamente. Como amuleto, uno de ellos se llenó una bolsita de tierra para que le sepa a terruño o le sirva para plantar su hierbabuena en su extrañamiento. Este es el precio de la miseria que impera en su país, se prevén tiempos difíciles, me ha dicho Benítez de Asilah. Pero, ¿cuándo hemos vivido tiempos mejores, me he preguntado?
¿De quién son estas tristes melodías que suenan en la lejanía? de los que se van, “harragas”, personas perdidas, quemadas, desahuciadas, despavoridas, maltratadas por su sociedad, que huyen arrastrando su miserable existencia hacia su nuevo destierro. Creo haber visto a alguna persona dar un suspiro y proferir :<<qué espanto de travesía, será la travesía del adiós definitivo, la muerte en el estrecho>>.
Tengo la costumbre de divisar el sol y el mar juntos. ¿Qué hacer de un mar sin sol? la niebla nos extraña. El cielo azul, espejo de nuestra tierra, ha perdido su fuerza luminosa y el sol caliente se ha transformado en penumbra. ¡Basta de tonterías! ¡Sueña con mundos mejores! ¡Basta de ceguera ¡A menudo el malvado se convierte en piadoso, hay caras que muestran desagrado, pero no me queda más remedio que aceptarlas como tales.
Cuánta gente nueva ha llegado y cuánta gente se ha ido. Los nuevos bares de esta ciudad Tánger, auténticos antros de borrachines nos han arruinado. Las caras de los clientes reflejan agresividad y vulgaridad. Los dueños con cara de pocos amigos y gran afán de lucro, son un hatajo de ineptos. Cómo se echa de menos la vida mundana y agitada de bares cómo “Le Grillon”, “Le Parade”, donde a nadie se le ocurría mendigar sus copas, y la noche de entonces donde los personajes eran tan distintos a como son de día, se podía uno acodar en la barra con madame Trudy y cambiar confidencias y risas. Los bares se han desfigurado y los dueños todavía más, como la ciudad misma (Tánger) tienen mala memoria, no retienen los nombres, apenas fomentan relaciones.
Me siento a veces como el toro que sale disparado de su toril, que se revuelve en el aire, afila sus cuernos y se da con el morro en la arena antes de enfrentarse a su suerte final. Esta es la vida en Tiempo de errores, me adentro por la noche en las calles desiertas. Los locos se han encerrado, se han ensimismado, se han vuelto cuerdos, se han dejado crecer la barba, no por rebeldía ni por sacrilegio, se han rendido y han capitulado. Cansado y aburrido de recorrer las calles de la ciudad, en las que no encuentro sino una desesperante monotonía, quiero dar más variedad a mis ojos y nuevas sensaciones al alma.
Sueño con grandes viajes, tengo ganas locas de expatriarme, sueño con una casa en el arrabal de una gran ciudad. Que mi camino sea polvoriento y de tierra batida. Allí sentaré mis reales. Vivo en Val- Fleuri, a la vera de mi escuela. Quiero escribir sobre las deficiencias de la ciudad y denunciarlas. Hace tiempo que no siento el olor del salitre, la brisa matinal, el vaho del rocío, “Anassim”, brisa marina, céfiro ¡Oh, espectro que me remite a mi cansada imaginación! Soñamos un poco más y más allá de los recuerdos de la infancia humillada y feliz”.
La vida de Choukri está relacionada fundamentalmente con la ciudad de Tánger, aunque no nació en esta ciudad, estuvo predestinado a residir en ella, y ambos se pertenecen. Dicha ciudad aparece por doquier en su obra literaria como un tema recurrente. El territorio de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia. Choukri recurría a la transgresión para recuperar la inocencia perdida y a través de la impureza y violencia del texto contaminaba fecundamente la lengua árabe con palabras o kalimat en Tarifit o mejor dicho Taqr’act (variedad dialectal que hablan los Iqar’ yen o los alcalaínos), en castellano y en árabe dialectal dariya, infringiendo las leyes sagradas de la gramática. Según Choukri las lenguas evolucionan con el uso que de ellas hacen los hablantes, y no con los academicismos establecidos.
Residiendo en los años 50 en el barrio Málaga de Tetuán español Choukri aprendió antes que el árabe, el castellano chapurreado por los chatarreros gitanos instalados en la ciudad de los manantiales, conocida también como La blanca ya que su medina tiene una forma de paloma, La semejanza forma urbana e imagen animal, era muy recurrente en el urbanismo organicista: Tetuán- pudiéramos decir “Tetuán la blanca”- es como una bandada de palomas (me refiero al blanco caserío de la medina) , abrigada en las patas de una gran esfinge, que es el Jebel Dersa, pues este monte tiene toda la figura esfinge a la que faltase la cabeza, y a sus pies como protegido entre sus garras, reposa todo lo blanco caserío.
El escritor Choukri con el tiempo alardeaba de haber dominado una lengua extraña para un amazigh o bereber el árabe fusha y que Mhand su nombre pasó a ser Mohamed, y su cerebro pasó del tarifit al árabe; y lo logró hasta el punto de que aquel chaval analfabeto de Beni Chiker acabo siendo un escritor de culto.: «Conozco los asuntos de la vida errante, yo también he sido perseguido por niños y viejos, pero me fue dado aprender la lengua de mis perseguidores. Es verdad que intentaba disimular mi acento para ocultar mi origen indeseable en una sociedad que despreciaba a los rifeños- (Iros de aquí, ¡rifeños muertos de hambre!). Pero terminé por triunfar sobre esta lengua estructurada y poderosa (clara y extranjera)-. Estaba obsesionado con la lengua árabe; quería poseerla entera, La sometí a mi ley. La vencí».
Mi gran deseo era sentirme como en casa con la lengua árabe, y eso condujo a la integración de mis dos yoes. El hecho de vivir y pensar y traducir en otro idioma, comenta te da cierto desapego y perspectiva, y te permite darte cuenta de lo que otros no se dan, es un signo de fuerza. En su obra El pan a secas o El Jubz al hafi, nos habla de una desgarradora vivencia personal respecto a su padre, de un mundo familiar hecho de violencia y miseria (malos tratos, hambre, etc.) en el que sobrevivir fue la principal tarea cotidiana: «yo le insultaba en mi imaginación. Si no hubiera sido por la imaginación, habría reventado”. En esta autobiografía, Choukri intenta recuperar y reconstruir el pasado logrando transformar su experiencia vivida mental y oralmente en escritura. Analfabeto hasta la edad de 21 años. Se preocupó de perseguir su memoria en lugar de construir mundos imaginarios, en sus escritos cuenta los hechos que a él le han sucedido en los lugares y ambientes en donde se produjeron, describiendo siempre los acontecimientos diarios, y las situaciones marginales.
Siguiendo a Dris Guzmán: “¿Cómo leer sin estremecimiento un libro autobiográfico escrito en el más descarnado a la vez que en el más lírico y efectivo realismo con el que el autor narra sus primeros veinte años, – un joven rifeño sin más fortuna que inteligencia para sobrevivir- transcurridos en el Marruecos Español, La Argelia francesa y el Tánger ciudad internacional, ¿durante los años cuarenta y cincuenta?
Para un conocedor elemental de la literatura española de los siglos de oro, la comparación con el arquetipo literario y vital del pícaro constituirá una motivación complementaria a la hora de internarse de la mano del joven Mohamed, haciendo esta vez de guía ocasional para el temeroso y fascinado viajero lector, por los laberintos callejeros de las medinas norteafricanas, y por el cúmulo de aventuras, en pos de ganarse la sola existencia, en que se verá envuelto el protagonista. En su singularidad, este testimonio ciñe lo literario a unos efectos realistas que, para la conciencia creadora de Mohamed choukri-autor, despiertan sus propios recuerdos, en calidad de material fundante de la personalidad, pero también de su posterior transformación en discurso artístico. La memoria es lógicamente el motor que da forma y contenido al relato a lo largo de su desarrollo; y no es una memoria que se limite a informar de lo biográfico, sino que, en el hecho mismo de hacerlo, según observa Juan Goytisolo en el prólogo a esta edición, se implican categorías de una denuncia tanto cultural y moral como lingüística. Denuncia que supone desde esta perspectiva una valoración marginal de la narración si nos atenemos al contexto, asimismo cultural, moral, lingüístico y, en última instancia, ideológico, del que surge: el mundo árabe y en particular el Marruecos colonial”. (Dris Guzmán 1986).
Los temas preferidos del desaparecido escritor, fueron los concernientes al mundo marginado, tal y como lo expuso en una rueda de prensa con los medios granadinos en 1997: “soy hijo de las barracas, y de la podredumbre, pertenezco a una clase sin clase donde en principio escribir me parecía un prestigio social, aunque luego lo vi como un arma. Para mí la escritura es una denuncia, no un esnobismo, escribo sobre los temas de marginación social que imperan en una ciudad como Tánger: robos, prostitución, paro… La desesperación de una juventud diplomada pero que no puede trabajar y está abocada a expatriarse y a morir en el estrecho como espaldas mojadas.”
El autor Choukri en un texto inédito hasta entonces “el mediterráneo, un espacio de migraciones y exilios”, expuso que la emigración ya no se considera un enriquecimiento para la persona, sino más bien un preludio de la muerte, en lo que sigue: “todavía hoy el mediterráneo es un espacio de exilio, de migración. El hambre no es tan violenta como en el pasado, pero ha dejado paso a sus secuelas: el marasmo económico, la elevada tasa de paro, los desastres ecológicos, la guerra étnica, todos los vectores del mismo efecto inhumano y fuente de desestabilización. Estos factores están en el origen del desplazamiento masivo y con frecuencia incontrolado de hombres en una geografía perturbada por la historia antigua y moderna, por las ideologías y los sistemas económicos. Así, se vuelve difícil hablar actualmente del porvenir del mediterráneo sin vernos enfrentados a esta siniestra realidad. El escenario actual es sombrío, casi apocalíptico. Todavía hoy, me veo obligado, moral y humanamente, a denunciar el fenómeno de “las espaldas mojadas” y el fenómeno de “las barcas de la muerte o pateras”.
Nuestras sociedades de origen con cultura oral dominante. Prefieren el verbo que la letra escrita. Fabular que escribir y son poco dadas al destape autobiográfico, y a la transgresión, quien se meta con los cimientos del ethos y las creencias sufre los ataques despiadados de fuerzas poderosas que pululan en las redes sociales y se arriesga a ser objeto de una sentencia por algún jurisconsulto de la religión. De allí que la autobiografía como género literario en sociedades donde no hay tradición, el ejercicio de la reconstrucción de su vida por algún atrevido autor como el caso de Mohamed Choukri, le convierte en el nuevo Sísifo, un escritor atormentado y maldito. Su relato de vida, el pan desnudo o a secas, censurado, vilipendiado y prohibido por las editoras árabes, le torturó todo el resto de vida y le castigo con el estigma de ser un autor repudiado, excomulgado y tachado de antipatriota, la estigmatización social era tal que sumió al Bukovski tangerino en un alcoholismo diario como analgésico frente a sus angustias y congojas.