Narges Mohammadi, Premio Nobel de la Paz, es una personalidad indiscutible en el escenario político y social de Irán que ha estado siempre marcado por un autoritarismo atroz y una represión sin límites. Su valentía ha resistido incansablemente a las fuerzas opresivas del régimen iraquí en circunstancias de una complejidad abrumadora. Narges Mohammadi ha ganado peso internacional como sinónimo de coraje, lucha por los derechos humanos y compromiso total con la libertad de expresión. Narges Mohammadi, defensora de los derechos de las mujeres, es una prolífera activista contra la pena de muerte y férrea opositora del régimen teocrático iraní, es en definitiva un símbolo de la resistencia pacífica en un país donde hablar en contra del sistema es casi un acto suicida.
Mohammadi (1972, Zanyán, Irán), ha construido su último «Tortura blanca» como un grito de denuncia a partir de entrevistas con mujeres iraníes encarceladas, escribe con valor desde la resistencia e integridad con la valentía y fortaleza de quien cree profundamente en su causa y no va a desistir ante las incesantes amenazas del régimen teocrático de los ayatolás.
El 16 de noviembre de 2021, la detuvieron a causa de la escritura de «Tortura blanca» (Alianza) tras acusarla de “ensuciar en todo el mundo el nombre de Irán”. El tribunal de primera instancia dictaminó una condena de ocho años y dos meses, y setenta y cuatro latigazos, que finalmente quedó en seis años y el mismo número de azotes.
Para entonces, Mohammadi ya sumaba 30 años de prisión si se consideran otras penas que tenía pendientes. Sin embargo, este nuevo revés no la ha paralizado. Su lucha continúa desde la cárcel con una valentía inigualable que conmueve el escenario internacional.
Narges Mohammandi cuenta con una dilatada trayectoria como defensora de los derechos humanos. Comenzó su andadura militante mientras estudiaba física en la universidad y desde entonces se ha caracterizado por su resistencia constante y no violenta.
El régimen iraní sigue sus pasos de cerca desde que la detuvieran por primera vez con apenas 19 años por vestir un abrigo naranja. Cuando se instauró la República Islámica, en 1979, se impuso el color negro como el tono favorito de los integristas. Hoy, a pesar de estar entre rejas, sigue ostentando el cargo de vicepresidenta del Consejo Nacional para la Paz y vicepresidenta y portavoz del Centro de Defensores de los Derechos Humanos.
A lo largo de sus años de activismo, ha reivindicado el derecho a la protesta pública, la abolición de la pena de muerte y los derechos de las mujeres iraníes. Comprometida con el movimiento “Mujer, vida, libertad”, que se despertó tras las protestas que siguieron a la muerte de Masha Amini, la Nobel de la Paz organizó protestas durante el Día Internacional de la Mujer, mientras estaba encarcelada en la prisión de Evin (Teherán).
Dada la incomodidad que su figura supone para los integristas tanto fuera como dentro de la cárcel, hace años el funcionario de seguridad asignado le informó de que quedaría en libertad si ponía fin a su campaña y si se deshacía de todas sus responsabilidades en el Centro de Defensores de los Derechos Humanos. Coacción ante la que no se doblegó.
Su situación en el presidio es crítica. Sufre de afecciones neurológicas y pulmonares, y está privada de los derechos que ostentan los demás reclusos, como la libertad condicional a la que se le deniega el acceso a pesar de cumplir con los requisitos, relata en el libro.
Además, en «Tortura blanca» señala que las mujeres detenidas por razones políticas y religiosas sufren acoso, palizas por parte de los guardias, aislamiento total, denegación de cualquier tipo de tratamiento médico y castigos disciplinarios, entra otros tratos inhumanos.
Las familias de las encarceladas tampoco conocen el paradero de las prisioneras y también sufren amenazas. En el caso de Mohammandi, su marido y sus dos hijas se exiliaron a Francia. La tortura blanca, que da título a este libro, alude al despojo de las presas de cualquier tipo de estímulo sensorial durante largos períodos de tiempo. Esta técnica se aplica junto con el aislamiento y los interrogatorios y, en muchos casos, las encarceladas apenas han pasado por un juicio formal previo.
La tortura blanca, según explica la activista, se lleva a cabo mediante una estructura arquitectónica determinada, el comportamiento despiadado de los funcionarios y las inquisitivas preguntas de los interrogadores. También controlan la luz de las celdas para que las presas no puedan distinguir si es de noche o de día y se les alteren los patrones del sueño. Con este mismo objetivo, también se les vendan los ojos siempre que salen de las celdas.
Un ícono de la resistencia femenina
Narges Mohammadi representa a miles de mujeres que han luchado en Irán por sus derechos, a menudo enfrentándose a castigos atroces. A través de su ejemplo, ha inspirado a otras mujeres iraníes a seguir exigiendo sus derechos, a pesar del alto precio que pueden pagar por ello. Su enfoque es notablemente pacífico, promoviendo la resistencia civil no violenta. En sus cartas desde prisión, ha instado a sus compatriotas a no caer en la desesperación, a seguir exigiendo justicia, igualdad y libertad.
El movimiento de mujeres en Irán ha ganado una relevancia considerable en los últimos años, especialmente con la reciente ola de protestas desencadenadas por la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022, una joven que fue arrestada y golpeada por la policía de la moral por no llevar correctamente el velo. Estas protestas, lideradas en gran medida por mujeres, han encendido un debate global sobre la represión en Irán y el papel que las mujeres están desempeñando en la lucha por la libertad. En medio de este levantamiento, la figura de Mohammadi brilla con más fuerza. Aunque tras las rejas, su influencia continúa siendo una fuente de esperanza y un recordatorio del poder del activismo no violento.
Reconocimiento internacional
El trabajo de Mohammadi ha cruzado las fronteras de Irán y ha ganado el reconocimiento global. En 2023, Narges Mohammadi fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, consolidando su estatus como una de las defensoras de los derechos humanos más influyentes del mundo. La decisión del Comité Nobel envió un mensaje claro: el mundo está observando y apoyando a quienes, como Mohammadi, luchan por la libertad en regímenes opresivos. Este reconocimiento no solo legitima su lucha, sino que también pone presión internacional sobre el gobierno iraní para que respete los derechos humanos.