“Concebí la idea del estilo espontáneo de En el camino al ver las cartas que me escribía el bueno de Neal Cassady, todas en primera persona, apresuradas, alocadas, confesionales […]. Era el escrito más grandioso que había visto en mi vida, mejor que el de ningún otro en América, o al menos suficiente para que Melville, Twain, Dreiser, Wolfe y qué sé yo bailaran en sus tumbas”. Con estas palabras se refería Jack Kerouac en una entrevista a La carta de Joan Anderson, así bautizada por él mismo y por su autor, con quien no hacía mucho había atravesado el país viviendo una serie de andanzas que plasmaría en su celebérrima obra, una de las cimas de la literatura beat. El 17 de diciembre de 1950 Neal Cassady escribió a Jack Kerouac una carta que le conmovió a este hasta el punto de reinterpretar su estilo narrativo. Cassady le cuenta en ella la aventura que había tenido cinco años antes con una muchacha llamada Joan Anderson, y entre bromas y veras salpica el relato con multitud de anécdotas, opiniones, descripciones y juegos verbales. Kerouac se fijó sobre todo en la desenvoltura y frescura con que su amigo contaba las cosas, en su mezcla de golfería y sensibilidad literaria, en la facilidad con que improvisaba e introducía digresiones y, en definitiva, en la libertad narrativa que reflejaba. Un año antes Kerouac y él habían recorrido el país y vivido una serie de experiencias que el primero se disponía a contar con el puntillismo naturalista que había aprendido de Thomas Wolfe y plasmado en su primera novela, La ciudad y el campo, que acababa de publicarse aquel mismo año. Pero leer la carta lo cambió todo. Un año después, Kerouac visitó a Cassady, se instaló en su casa y se puso a escribir las aventuras del viaje de 1949 con un estilo nuevo y espontáneo que según él había concebido al leer la célebre carta de Joan Anderson. Así nació la siguiente novela de Kerouac, En el camino, y amaneció una nueva etapa en la historia de la literatura norteamericana. Su acabado formal, urgente e insolente, provendría según parece de esta legendaria misiva fechada a finales de 1950 y publicada setenta años después, que ahora nos llega transcrita con similar valía a la de un tesoro (o un santo grial, como se referían a ella Kerouac y Ginsberg) y el añadido del facsímil de aquellas 18 páginas de líneas mecanografiadas sin respiro. Viene precedida de una brillante introducción a cargo del catedrático de estudios norteamericanos A. Robert Lee, quien señala algunas claves de esta suerte de novela corta, llena de meandros, bromas privadas y retruécanos, pero también de alusiones elevadas a los Baudelaire, Proust o Dickens. En primer lugar, dice el académico sobre Cassady que sabe muy bien cómo convertir su mensaje en un relato, expresándose como autor, manejando el ritmo y caracterizando a sus personajes: desde él mismo, autoparodiado como poeta maldito, a la susodicha Joan Anderson u otras chicas con las que se habría liado. La «vena imaginativa» y el virtuosismo en la evocación de los detalles de sus correrías o hazañas serían la inspiración central de la visión estilizada de la realidad que Kerouac volcaría en On the Road. Así pues, este descubrimiento —anticipado por una tardía, eso sí, confesión al Paris Review— nos revela que los «riffs improvisados» del que dio nombre a todo un fenómeno cultural no solo provenían del jazz y de su lírica, sino del ímpetu desbordante, directo y torrencial del que dotó Cassady a su escrito, ya desde sus primeras líneas: «Querido Jack: A la mierda todo, estoy harto de sandeces. Tengo mi pequeña mentalidad de caballo de carreras y el alcance de su paso me satisface todavía. Despierto y veo más horrores que Céline, no es una afirmación vacía porque tengo estremecimientos continuos y escalofríos de pesadilla. He descubierto otra maldición segura, pero ese es mi secreto y, si he de encontrar el placer de su revelación en forma reconocible, debo mantenerme firme mientras soporto el peso de los años». Casi 75 han pasado hasta que los lectores españoles hemos podido acceder a la expresión de esas telarañas de su cerebro, a la ausencia de caminos inexplorados por su mente que habrían de abrirlos todos, sinceramente, a su amigo y confidente Jack
Amaranta Osorio presenta su último libro, “La trilogía del recuerdo”, una recopilación de tres textos teatrales sobre la memoria de la violencia
El próximo 13 de noviembre tendrá lugar en la Casa de México la presentación del libro “La trilogía del recuerdo” de Amaranta Osorio, publicado por Ediciones Invasoras con el apoyo de la Fundación Autor. Este libro reúne tres obras teatrales de una autora que tiene un fuerte vínculo con México, dos de ellas para adultos y la tercera para público familiar, que indagan sobre la memoria de la violencia: la memoria silenciada, la memoria en el cuerpo, la memoria histórica, la memoria de los ancestros y la memoria de la violencia hacia los animales y la naturaleza. La presentación consistirá en una conversación entre Amaranta Osorio y Jorge Volpi, reconocido novelista mexicano que recientemente ha sido nombrado próximo director artístico del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid. A ellos se sumará la actriz Ana Fernández, que hará una lectura dramatizada de algunos fragmentos de las obras.