Valerio Rocco Lozano irradia erudición. Su trayectoria profesional de vértigo sigue una continua evolución: desde 2019 es director del Círculo de Bellas Artes de Madrid. También es profesor de Historia de la Filosofía Moderna en el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid. En esta Universidad, en la que se doctoró en 2011, fue desde 2015 hasta 2019 Vicedecano de Investigación, Transferencia del Conocimiento y Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras. Es actualmente Tasks Leader del Proyecto de Investigación Horizonte 2020 de la Unión Europea titulado FAILURE sobre el concepto de fracaso y su reversibilidad.
Valerio Rocco Lozano también destaca por su faceta como escritor ensayista. Ha publicado una monografía titulada La vieja Roma en el joven Hegel, la edición crítica de la obra póstuma de Franco Volpi sobre Heidegger y coordinado nueve volúmenes colectivos y tres monográficos de revista sobre diferentes temas de filosofía de la historia, filosofía política e historia de la filosofía moderna. Para el Círculo de Bellas Artes ha coordinado los volúmenes Glosario del Fracaso y Hegel y Hölderlin. Una amistad estelar. Sus principales líneas de investigación han sido el idealismo alemán (en particular, Hegel) y la influencia del mundo romano en las ideologías políticas modernas y contemporáneas. Es miembro fundador de la Sociedad de Estudios Kantianos en Lengua Española, co-fundador de las revistas Despalabro y Antítesis y es Assistant Editor de la revista Philosophical Readings. Es miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Académica de Filosofía, del Consejo Asesor del Teatro Real, del Consejo Social de la Universidad Rey Juan Carlos y del Consejo de Cultura de la Comunidad de Madrid.
Llevas cinco años al frente del Círculo de Bellas Artes, ¿Qué balance haces de esta etapa?
Han sido cinco años muy dinámicos, porque entre ellos ha estado la pandemia, que ha sido un gran problema para las instituciones culturales, pero también ha sido una oportunidad para acelerar algunos cambios que queríamos llevar en el Círculo, y que estaban en el proyecto por el que fui elegido.
Hemos conseguido, por ejemplo, gracias a la programación digital que se implantó durante la pandemia, rejuvenecer muchísimo el público del Círculo en espacios como la azotea o en nuestras exposiciones. Hemos bajado 23 años la edad media de nuestros usuarios, cuando me inicié como director la media estaba en 56, ahora está en 33, y eso lo hemos hecho sin perder ese público más senior, sino ganando la atención de generaciones que no se sentían tan comprometidas antes con nuestra programación y que no formaban parte de ella. Eso es algo de lo que estoy muy orgulloso.
También estoy muy contento porque la línea de internacionalización que yo llevaba con el objetivo de crear redes a nivel europeo para la consecución de grandes proyectos en nuestro entorno, como por ejemplo: «Hablamos de fracaso», integrado en el proyecto europeo REVFAIL, que reflexiona desde un punto de vista filosófico, social, cultural, antropológico e histórico sobre el concepto de concepto de fracaso; nos ha permitido establecer alianzas a nivel europeo y hacer realidad esa etiqueta que nosotros tenemos ya desde hace muchos años de Casa Europa en Madrid, pero que hasta ahora no había tenido tanto contenido. Así que, junto con el rejuvenecimiento y la internacionalización vamos cumpliendo nuevas metas con éxito. Luego hay todo un apartado que yo puse en marcha que hemos llamado innovación, que tiene que ver con las relaciones entre arte, ciencia y tecnología, pero más en general con el desarrollo de unos foros de pensamiento sobre el carácter no tecnológico, no necesariamente tecnológico de la innovación.
Hemos generado diferentes contextos, con universidades, con embajadas, con proyectos de todo tipo, para mostrar a la sociedad que a lo largo de la historia la innovación no ha venido normalmente por desarrollos tecnológicos. Hoy en día, la innovación más profunda no es la de la digitalización, sino que es, la que proviene de esas disciplinas capaces de transformar las preguntas que nos hacemos, de cambiar los puntos de vista abriendo nuevos horizontes. Es decir, las artes, la filosofía, el pensamiento, y la cultura son lo más innovador según nuestro punto de vista porque tienen un poder transformador profundo de nuestras conciencias. Junto con estas tres líneas, que son juventud, innovación e internacionalización, destacaría la cada vez mayor apertura del Círculo.
Ejemplos como el Festival de las Ideas, que hemos realizado hace poco, que han llevado el Círculo de Bellas Artes y sus debates a la calle, a las plazas, a los paseos filosóficos, o el Refugio Climático, que ofreció una gran plaza abierta a la ciudadanía durante el verano para que la gente simplemente estuviera y la ocupara, son ejemplos de vinculación con la sociedad y con la calle que creemos que deben estar en el corazón de nuestro proyecto. Yo creo que, en estos cinco años, estas cuatro metas las hemos conseguido razonablemente, así que yo estoy muy satisfecho.
¿Cómo se hace esto? ¿Cómo se rejuvenece un target?
Esta institución cultural es muy particular porque lleva muchos años combinando en un mismo ámbito dos espacios, y de manera además magistral, dos experiencias que no siempre están relacionadas, que son: la experiencia cultural en todas las disciplinas tales como: cine, exposiciones, debate, la editorial, nuestra escuela de artistas, etc. con una oferta de ocio inmejorable en Madrid.
Esta fue la primera azotea emblemática que se abrió en el centro de Madrid. Nuestras fiestas, primero el Carnaval, que va a cumplir 150 años en breve, o más recientemente la Noche de los Muertos, o ahora la fiesta Midsommar de tradición nórdica, se integran y enriquecen también la esencia del Círculo. Por tanto, ha sido interesante como hemos creado una convivencia fructífera entre nuestra oferta cultural de un público español más senior, con nuestras opciones de ocio, fundamentalmente en la azotea, con usuarios más jóvenes, extranjeros en su mayoría. Para conseguir esta especie de cruce de experiencias, hemos llevado a cabo campañas de comunicación muy potentes y esto puede parecer baladí, pero ha supuesto un gran esfuerzo que ya está rindiendo sus frutos. La gente más propensa al ocio ya está entendiendo que el Círculo es también un lugar para la cultura y la gente que se inclina más por la cultura; ha comprendido que el Círculo es de igual manera, un lugar para el ocio.
Hemos llevado a cabo nuevas estrategias comunicativas convocando como protagonistas de la programación a artistas, pensadores, escritores, filósofos de generaciones jóvenes que aquí no habían tenido tanta cabida hasta el momento. Y eso, por un efecto, de contagio, de atracción, convoca a esas generaciones jóvenes y las trae aquí porque se entiende nuestro nuevo espíritu fresco y dinámico, donde hay cabida a un público cada vez más heterogéneo. En este sentido debo resaltar una nueva figura que se llama Amigos del Círculo, que ha funcionado muy bien. Exposiciones como las que hicimos sobre Banksy o sobre Kubrick o sobre Hergé, que, teniendo gran calidad, creo yo, son también muy atractivas para un público más joven. Bueno, todas estas diferentes estrategias que, como digo, paradójicamente, la pandemia facilitó y aceleró, fue una gran oportunidad para nosotros.
El Círculo de Bellas Artes es un espacio emblemático que forma parte del mapa emocional de la ciudad. ¿Cómo os lleváis con las administraciones públicas?
Pues mira, has dicho una palabra muy importante en la pregunta, que es emocional. La vinculación emocional de los ciudadanos con el Círculo se ha consolidado y es obvio que habrá lugares, y los hay, del arte y la cultura con más prestigio, o incluso con más calidad en cada una de las disciplinas culturales que ofrecen de manera aislada. Lugares que sustentan mejores exposiciones, que hacen mejores programaciones de cine, que tienen editoriales más potentes que la nuestra, pero no hay ningún lugar tan querido como el Círculo de Bellas Artes. Esa adhesión sentimental que los madrileños, los españoles y cada vez más también los extranjeros tienen con el Círculo es algo fundamental y que explica también, ese respeto y esa absoluta independencia que nos hemos ganado con los años.
¿Entienden los agentes políticos vuestra independencia?
Bueno, yo creo que hay de todo. En general tengo que decir que lo que yo he vivido en estos cinco años es una genuina independencia y una gran colaboración por parte de las instituciones públicas con diferentes colores políticos que han estado en los diferentes períodos de tiempo, en parte porque saben que inciden tan poco en la financiación de este lugar que cualquier medida coercitiva o de injerencia no tendría mucha repercusión. También creo que, las Instituciones entienden sinceramente la adhesión sentimental de la gente y que por lo tanto conviene favorecer, apoyar, estimular lo que sale del Círculo de Bellas Artes. Los políticos por lo general son gente con bastante intuición y que entienden las dinámicas sociales. Entonces yo tengo que decir que por ejemplo ahora en el Festival de las Ideas que ha sido con creces nuestro mayor proyecto en muchísimos años, la colaboración tanto del Ayuntamiento como de la Comunidad de Madrid e incluso del Ministerio de Cultura, ha sido impecable, solo ha habido facilidades, no ha habido ninguna injerencia y todo ha sido para bien, ojalá la cosa siga así.
Una de tus apuestas más destacables es el proyecto Foros I+D+C, cuéntanos un poco acerca de este proyecto.
Yo vengo del ámbito de la universidad, soy profesor universitario y tuve responsabilidades de gestión en dicho ámbito como Vicedecano de Investigación y Transferencia de la Gran Facultad de Filosofía y Letras de la Autónoma, que es la facultad de Humanidades más grande de España. Allí intenté por un lado estimular la transferencia del conocimiento de las investigaciones universitarias a la sociedad y por otro lado conectar con las instituciones culturales y me di cuenta de lo difícil que era hacer ambas cosas. Uno de los principales fines del I+D+C era generar un puente entre el I+D+I, esa investigación que se genera en Artes y Humanidades. Y más en general, desde el punto de vista conceptual, estaba esta idea de apostar por un concepto no necesariamente tecnológico de la innovación y preguntarnos: ¿Qué es lo más innovador en nuestras vidas? ¿Realmente es lo digital? ¿Realmente son esos inventos que son susceptibles de ser patentados y de ser vendidos como un producto a la población? O lo más transformador, lo más innovador en la vida de una persona es, muchas veces, una experiencia cultural ¿Qué te cambia más la vida? ¿El coche eléctrico? ¿El panel solar portátil? o una película, una canción, una serie, una conferencia. Esto es lo que muchas veces nos cambia la vida, lo que nos transforma como personas.
En ese sentido, el poder transformador de la cultura, en los individuos y, por lo tanto, de la sociedad, es inmenso. Pero vivimos desgraciadamente en un mundo que, asocia en muchas ocasiones la investigación científica con una bata blanca y un laboratorio, cada vez más se tiende a vincular la innovación únicamente con la tecnología y la digitalización. Si nosotros, desde la cultura, desde las humanidades, no somos capaces de convencer a la sociedad de que, apostar por nuestras disciplinas es apostar por la innovación más profunda, radical y genuina, pues no tenemos nada que hacer.
Y así nació el I+D+C, tuvo muchísimo éxito, generamos un consorcio español y europeo verdaderamente emocionante y eso luego ha ido dando lugar a muchos proyectos colaterales con los que creemos poder ser transformadores de verdad.
Es indudable tu brillante faceta como escritor ensayista ¿Qué supuso para ti escribir “La vieja Roma en el joven Hegel”?
Ese libro fue uno de los resultados de una tesis doctoral que duró cinco años y que me llevó a unir mis dos grandes pasiones, que son Roma, en la que nací y es una ciudad por la que siento un amor increíble, con mi mayor interés filosófico, que es el idealismo alemán y en concreto la filosofía de Hegel, creador de la dialéctica. Yo sigo creyendo, a pesar de todo, 200 años después de Hegel, que la dialéctica sigue siendo una herramienta muy potente para entender el mundo, para comprenderlo, para explicarlo.
“La vieja Roma en el joven Hegel” y otras investigaciones que he hecho después se preocupan por algo que creo que no tiene un valor simplemente histórico, sino también muy contemporáneo. Y es la necesidad que ha tenido toda ideología política, todo régimen político, todo pensamiento político de conectarse con una determinada Roma. Bien la Roma republicana, emancipatoria, revolucionaria, bien la Roma imperial, colonial, viril, militar o bien la Roma papal, teocrática, etc.
Hay muchísimas Romas y, por diferentes razones, todos quieren conectarse con una. Porque todo proyecto político necesita fundamentarse en una cierta imagen del pasado. Esta relación entre tradición y proyecto, que es también otro de los libros que escribí, “Europa: Tradición o Proyecto”, es algo que como filósofo de la historia que soy me preocupa mucho y me hace reflexionar sobre la necesidad de acudir a un pasado reinventado para generar nuevos proyectos políticos. Y esto a veces da lugar a situaciones preocupantes, como en el caso de muchos partidos de extrema derecha que actualmente, vuelven mito o ensalzan nostálgicamente un pasado de manera conservadora, pero también supone un problema, muchas veces para ideologías progresistas que no saben a qué pasado acudir. Y eso, bueno, es muy interesante, creo que está de plena actualidad y es algo en lo que sigo pensando a menudo.
En la presentación de la nueva temporada vimos personalidades de distintas embajadas e instituciones; un ambiente de lo más variopinto, que ya nos daba unas pistas y anticipaba cuál es esa esencia del Círculo de Bellas Artes de cara tanto a esta nueva temporada como a esta nueva etapa.
El lugar en el que se celebró esa presentación de temporada ya fue muy revelador de una de las grandes líneas de la programación de este año, porque se hizo en el refugio climático, y eso ya anunciaba esta línea que hemos llamado Planeta C, acudiendo al lema ecologista de que no hay Planeta B ya que, este es el único planeta que tenemos. Lo que sí puede haber es un Planeta C que es el de la cultura, el de la crítica, el de la ciudadanía, el del Círculo de Bellas Artes como contenedor de toda una serie de exposiciones, iniciativas y ciclos relacionados con la emergencia climática y de cómo la cultura junto con la ciencia puede crear un proceso de retroalimentación. La ciencia aporta los datos sobre la crisis climática y la cultura asume un llamamiento a la acción consciente de los ciudadanos para entre todos, revertir la emergencia climática que afecta a nuestro planeta. Esta sería una línea.
Hay otra línea que hemos llamado Sueño y Deseo, y que tiene que ver con el centenario del manifiesto surrealista, con una gran exposición del grandísimo artista Max Ernst, uno de los mayores exponentes del surrealismo. Pensando en su relación con el cine, tendremos también una enorme escenografía de Salvador Dalí, que va a estar en nuestro teatro y que se va a poder ver por primera vez en España. Y muchos acontecimientos y ciclos relacionados con el surrealismo, el sueño, el deseo, la utopía, la distopía. Todas nuestras fiestas de las que hemos hablado antes, todas van a estar teñidas de este componente onírico alrededor de la idea del surrealismo y del sueño. Y luego, los diez años de nuestra Escuela Sur, nuestra Escuela de Artistas, que recupera la gran tradición formativa del círculo desde su fundación en 1880, y obviamente el Festival de las Ideas, que ha sido nuestro mayor proyecto del año. Así que estos son como los grandes hitos de una programación muy compleja, muy variada e ilusionante.
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