En toda gran ciudad que se precie existen determinadas zonas que, pese a no estar ubicadas en pleno centro, acaban convirtiéndose en lugares de referencia por su proximidad a éste, su autenticidad y su encanto. Distritos que conservan las ventajas de la vida de barrio, pero que al mismo tiempo te permiten plantarte en el meollo urbano en un abrir y cerrar de ojos.
En Puerta del Ángel todavía se respira aire de barrio, aunque cada día llegan más exiliados desde Malasaña o Lavapiés. Situado al otro lado del río Manzanares, este distrito obrero ha estado relegado durante años, pero ahora vive un nuevo resurgir con la llegada de jóvenes que no pueden pagar los alquileres y los gozos de vivir en el centro de Madrid.
el origen de puerta del ángel.
Para conocer su historia, tenemos que remontarnos al año 1605, cuando se inauguró la Ermita del Santo Ángel de la Guarda en el Paseo de Extremadura, iniciativa de la Cofradía de Porteros de la Casa de Campo. Allí veneraban la figura de un ángel rescatado de la primitiva Puerta de Guadalajara –uno de los accesos a la muralla cristiana madrileña– incendiada en 1582. Hoy, algunos curiosos se aventuran a llamarlo el nuevo ‘Brooklyn madrileño’, por encontrarse al otro lado del Manzanares y por el número de artistas, grafiteros y fotógrafos que residen en la zona.
Tanto es así, que durante algunos años se celebró un festival con el apodo de Bruclin, con el fin de revitalizar el área. “Como barrio, es una mezcla muy equilibrada y curiosa entre un vecindario tradicional de Madrid, con gente de toda la vida y ciudadanos de origen latino y chino, con nuevas generaciones de jóvenes que se están mudando al barrio. Principalmente músicos, actores y pintores que le están dando un nuevo color.” Asegura un vecino del barrio.
Los fines de semana mucha gente se atreve a cruzar el Manzanares y acercarse a tomar un vermú al mercado. Se trata de romper la barrera psicológica de atravesar al otro lado de la M-30. Por eso, desde la sala El Montacargas han lanzado la campaña «Atrévete a cruzar el río». Con su fachada pintada por Miguel Brayda, El Montacargas es uno de los locales emblemáticos del barrio. Funciona como teatro alternativo y como centro cultural, donde se organizan recitales y clases de danza.
“El comercio tradicional está desapareciendo por los Airbnb. El tejido urbanístico y social se está desintegrando. Pero el barrio también está viviendo un gran impulso cultural, que es una herramienta poderosa para generar una identidad”, comenta Rafael Sánchez, cantante de Variedades Azafrán, un grupo que reinventa el folclore madrileño.
No dejes de visitar el Mercado de Tirso de Molina, principal atractivo del barrio para tomar unos vermuts y recordar las típicas tapas de toda la vida en un ambiente de barrio y castizo.